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jueves, 15 de diciembre de 2011

LA DIGNIDAD DE CLARA

Eran las ocho de la mañana. Es curioso... antes siempre se decía que la hora más segura era bien temprano, que los chorizos nunca madrugan, pero ya se ve, todo cambia... para peor.

Conste que digo "chorizos" porque con el baúl de los truenos bien cerrado, y abierto el pastillero del sentido común, he llegado a una sencilla conclusión: Si no hay ley de mayor rango que la constitución y todas las demás han de someterse a esta, el derecho de un ciudadano a una vivienda es superior al derecho de una empresa a ejecutar un desahucio. Así pues, si a sabiendas de esto, un juez ordena sacar a una persona de su única vivienda, ese juez estará cometiendo un delito, un delito del que serán cómplices los policías, los agentes judiciales, y todos cuantos participen en la vulneración de la ley suprema. Por lo tanto, todos delincuentes, todos chorizos.

Ayer, Clara Martínez, una vecina del número 7 de la calle Zenete en el Albaizín de Granada, entregaba al funcionario judicial las llaves de la vivienda que ha ocupado desde hace 22 años. Clara no regaló ni una súplica, ni un grito, ni una lágrima siquiera, porque ninguno de los que cercaban la calle lo merecía.

Clara abandonó su casa pacíficamente, dicen que con la frente bien alta y sin que uno solo de los que la rodeaban se atreviera a sostenerla la mirada. La mala conciencia pesa demasiado, más que el pequeño ejército de 50 antidisturbios y el helicóptero destinados a la arriesgada misión de sacar de su casa a una mujer de 61 años, la penúltima inquilina de la "Casa del Aire". El último es Manuel Prieto.

La historia de ambos, la de todos los que abandonaron su casa por las presiones de la inmobiliaria propietaria, Edivara-Varasol, comenzó allá por 1985, con la reforma de la Ley de arrendamiento urbanos de 1964, y las que que siguieron a aquella.
A lo largo de esta democrácia, ningún gobierno cayó, ni caerá, en la cuenta de que el derecho sobre un bien indispensable no puede regularse como si de artículos de manicura se tratara. Ni socialistas ni populares parecieron interesados en garantizar, por encima de todo, el derecho a una vivienda, eso prefirieron dejarlo escrito en un libro que nadie lee. De ese modo, en lugar de reparar la injusta situación (en ambos sentidos) que a menudo se producía entre arrendados y arrendadores, optaron por abrir las puertas a la especulación y al abuso, poner una fecha límite a los contratos sin más consideraciones, y que llegado ese día, fuera la razón del más rico la que resolviera el problema.

Lo peor es que esto no ha hecho sino comenzar. En los próximos años, todos los contratos de alquiler posteriores a 1985, quedarán cancelados o a expensas de un eventual acuerdo entre las partes. ¿Imaginais lo que ocurrirá con la inmensa bolsa de pisos que hoy pertenecen a un banco o una gran inmobiliaria? Los cálculos más optimistas hablan de dos o tres millones de personas que perderán su hogar de aquí al 2015, hablan también de que el 90% de esas personas serán mayores de 65 años y sin recursos económicos para una subsistencia digna. Sumemos a estos los cientos de miles de desahucios que están pendientes de ejecución, y pensemos en que hoy son ya veinte millones de personas las que malviven con una renta inferior a los 500 euros... será que el objetivo final consiste en convertir a este país en un país de mendigos, no puedo imaginar otro motivo.

Ya no son sólo desahucios por impagos de hipotecas.
Son ancianos acosados a pesar de pagar el alquiler, son edificios expropiados para la construcción de un centro comercial, una autovía de peaje con dinero público y titularidad privada.
Son viviendas a las que se corta el agua y la luz, donde por las noches se dejan abiertas mangueras de agua, donde cada rincón se ha convertido en una escombrera, donde se alquilan pisos por un euro a pequeños traficantes de droga para así auyentar a los vecinos más resistentes, donde se vuelcan sacos de ratas y cucarachas, todo con tal de "vaciar de bichos el edifico" derruirlo y construir apartamentos de superlujo, de esos que a pesar de la crisis aún se siguen vendiendo...

En el inmueble de Clara y Manuel hay otras doce viviendas, todas tapiadas con cemento, con los únicos ladrillos nuevos que han llegado a un edificio que los propietarios han abandonado hasta la ruina. Tanto ha sido así, que la Gerencia de Urbanismo ordenó a la inmobiliaria que interviniera de urgencia en el edificio por la seguridad de sus habitantes, esa orden no tuvo efecto y finalmente tuvo que ser el Ayuntamiento quien ejecutara de manera subsidiaria las obras, obras que todavía no han sido pagadas por Edivara.

Son ya siete años defendiendo nuestra casa contra la invasión de las inmobiliarias, sin creer en las amenazas. Especular es un delito, mientras que en la Constitución se contempla el derecho a tener una vivienda digna. Pero eso no se cumple” Decía Clara mientras cerraba por última vez la puerta de su casa.

De aquí no me muevo, no pienso ir a ningún lado“ añadía Manuel Prieto mientras jugaba con su nieto en el patio apuntalado de la vivienda.

En la "Casa del Aire" ya sólo queda Manuel, el último obstáculo para Edivara-Varasol, uno de los 231 trabajadores que hace diez años la empresa tabacalera Cetarsa dejó en la calle por cierre, uno más de los muchos españoles que sobreviven con una ayuda social de 426 euros al mes... uno más de los cientos de miles de ciudadanos que tendrá que vivir bajo la amenaza constante de un "desahucio extraoficial". El día que eso ocurra, cuando alguien amenace y coaccione a Manuel para que abandone su casa, posiblemente estará solo, no habrá 50 policías, no habrá ningún helicóptero para protegerle y hacer valer sus derechos.

Tengo un pálpito...

¿Sabéis cuando será el principio del fin de todo esto? Será el día en que un policía, durante el desalojo de alguien como Clara o Manuel, se imagine a sí mismo llegando a casa y explicándole a su familia que esa mañana ha ayudado a dejar en la calle a unas personas como ellos, como su madre, como su mujer, como sus hijos.

Ese día el policía dejará caer el casco y dirá que no hay dinero para pagarle por aquello que está haciendo, ese día algún compañero suyo le seguirá, muchos otros lo harán con él, y entonces, ya no habrá quien de la cara por las empresas inmobiliarias, por los bancos y sus políticos, ya nada impedirá que todos nos plantemos ante las puertas del congreso para pedir que nos devuelvan lo que siempre fue nuestro.

Alguien como Clara irá al frente.




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