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miércoles, 22 de mayo de 2013

LA LLAMADA DE LA SANGRE



La familia de un niño de Salobreña con parálisis cerebral pide ayuda
Viernes 17 de mayo de 2013
Raúl Alabarce padece varias discapacidades y necesita diversos aparatos para que su salud no empeore. Su familia hace un llamamiento a los vecinos para que les proporcionen tapones con los que recaudar dinero.






Raúl Alabarce vive en Salobreña y tiene nueve años.

Raúl es completamente ciego, no puede hablar y padece una severa parálisis cerebral además de dos enfermedades raras que le impiden cualquier tipo de movimiento.

La única posibilidad de conseguir todo lo que Raúl necesita para tener una vida mínimamente digna reside en conseguir una inmensa cantidad de tapones de plástico que vender a determinada empresa de reciclaje.

La familia de Raúl no tiene el dinero necesario, no recibe nada del estado y se ve obligada a pedir ayuda económica, a mendigarla si es preciso...

"Antes no queríamos hacer trascender nuestro problema, pero cada vez se nos hace más difícil el cuidado de Raúl, por eso pedimos esta ayuda. Necesitábamos una cama articulada, pero ya nos la ha donado una vecina junto con un colchón viscoelástico, así que ahora lo que hace falta es una silla especial que sustituya a la actual, que además de ser muy pesada (unos 20 kilos) no sujeta bien el cuerpo de Raúl. También una hamaca para poder bañarlo, barandillas especiales y otros elementos que le hagan la vida un poco más llevadera".

La familia ya ha habilitado una página de Facebook "Ayudemos todos a Raúl", así como varios puntos para la recogida de tapones. En Salobreña los lugares a donde se pueden llevar son el Hogar del Pensionista, la Casa de la Cultura, el ayuntamiento, la piscina, el IES Nazarí, el colegio Mayor Zaragoza, La Farmacia Alaminos o la de Sánchez Medina, Lotería Geli, Foto Montoro o en el Hotel Salobreña.

Por cada kilo de tapones... 18 céntimos para Raúl... las ruedas de un solo coche oficial pagarían su silla.

Tapones de plástico, tapas de mantequilla, botes de detergente... un niño de nueve años que bien podría ser mi hijo... contra el déficit, contra la boda de la hija de Aznar, contra la prima de riesgo, contra los ERES de Andalucía, contra el PIB, contra Bárcenas, contra las agencias de calificación, contra un acto de apoyo al Presidente de la Comunidad Ignacio González... pienso en ello mientras camino por la calle de Alcalá, mientras me enfrento al majestuoso Casino de Madrid, mientras observo el inacabable desfile de coches oficiales descargando pasajeros ante las puertas plagadas de curiosos. Uno tras otro bajan del coche... todos aferrados a sus telefónos móviles... todos ocupados en esos importantes asuntos... asuntos que nunca son Raúl.

Pura maldad... repienso en voz alta... es imposible que no sepan de Raúl, de todos los Raúles de este país... claro que lo saben... no pueden ser tan estúpidos, no si han conseguido trepar hasta donde ahora están. Saben bien de los que descubren su nevera vacía a mediados de mes, de los que hurgan en todos los bolsillos del armario para poder comprar ese cartón de leche que los niños necesitan para ya, de los que cuentan diez veces los días que faltan para poder cobrar la pensión del abuelo, de los que dejan de respirar cada vez que suena el timbre y ruegan por que no sean los del juzgado, de los que lloran encerrados en el baño cuando ya no pueden más...

Me pregunto. ¿Qué ocurriría si una madre desesperada agrediera al responsable de cercenar la Ley de Dependencia? ¿Si esa madre ya no pudiera soportar el ver como se apaga la vida de su hijo mientras otros derrochan y malversan fondos públicos a manos llenas? ¿Habría un tribunal en alguna parte del mundo que no lo considerara como legítima defensa propia? ¿Sería alguien capaz de condenarla?

Me respondo. En este sistema sí... y por eso hay que echarlo abajo.

Es pura maldad... sólo eso... y por tanto les odio. Les odio con tanta fuerza que duele... con tanta energía, que cuando me acerco a la entrada del Gran Casino dos policías me cierran el paso. Yo, convencido pacífico entre los mansos, veo cabezas rodando calle abajo y las aceras sucias con su sangre. Este no soy yo, me digo, yo nunca he deseado la muerte de nadie... y entonces intento volver a lo de antes, a ese desprecio simple y distante que mantiene las cosas en su sitio.

"Acabar con todo...siempre decís lo mismo. ¿Acabar con todo y vivir en la selva? Acabar con todo... ¿y luego qué?"

Acabar con todo lo que impide que Raúl tenga una vida digna... Raúl ya vive en la selva.

Es inútil tanto esfuerzo... imagino a los niños como Raúl sufriendo y sonriendo ante una desgracia que no merecen y que no comprenden... que no tiene sentido ni remedio... y ese intenso olor injusticia que llena el aire... y para no volverme loco escribo sobre ello.

Vuelvo a casa. Mi familia tiene todo lo necesario, la nevera está llena, los armarios colmados de ropa, mi hijo no sufre ninguna terrible enfermedad, y cuando llaman al timbre sé que es el cartero... pero el odio no se va... dice que ha venido para quedarse.


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