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jueves, 11 de noviembre de 2010

MILLÁS Y MI CARA DE POKER

Juan José Millás entrevista a Felipe González en EL PAÍS, leo atentamente y se me queda cara de poker. (No sé jugar al poker)


"Felipe González habla cargado de razón al modo en que las pistolas hablan cargadas de balas"


Esta es la frase más afortunada del Millás que yo amaba. Una frase de novela negra, negra luto, negra muerte, negra como el alma de González.

Pónganle sino ustedes otro color, les reto. Díganme el tono, si es posible, de un individuo que admite sin tapujos el creerse un dios. Un dios vengativo y sangriento con poder para dar y quitar vidas.

Luego está el asunto del entrevistador, un hombre bueno y sensible que asiente complaciente a cada frase del aprendiz de verdugo.
Un buen amigo me dice que Millás no es culpable, que simplemente es una víctima más del poder obnubilador del expresidente González, un tipo con carisma, un tipo que con las palabras adecuadas y una caricia en el lomo, te convence de que asesinar a tus enemigos es algo bueno.

Yo, que soy uno de los más tontos de Europa, le habría dicho en ese momento a Felipe que se me hacía tarde, que me bajaba en marcha de aquél tren, que lo que mejor nos define es lo que hacemos con nuestros enemigos, que yo no me como a los caníbales, que en ese tramo del viaje a Manresa debía de haber reventado algun colector porque olía a mierda de cojones.


"En aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir. Ni te cuento las implicaciones que tenía actuar en territorio francés, no te explico toda la literatura, pero el hecho descarnado era: existe la posibilidad de volarlos a todos y descabezarlos. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto."



Según González, detener en aquellos días a la cúpula de ETA era complicado por la falta de colaboración de Francia. Secuestrarles y dejarles en la Puerta del Sol para que les detuviera la policía era algo ilegal, inconveniente diplomaticamente hablando, por lo tanto y en buena lógica, lo mejor era asesinarles entre plato y plato.
Si alguien con esta clarividencia ha gobernado este país durante años, es un milagro que estemos vivos.

Hace un par de semanas un expresidente americano nos regaló otra ración más de eso de que "el fín justifica los medios". La misma cháchara, los mismos argumentos "yo señalo a los malos, y asunto arreglado"
Media España (con toda la razón) reacionó indignada, la otra media aplaudió la tontería.
Hoy ocurre exactamente lo mismo, media España ve a Felipe más humano tras sus escalofriantes declaraciones y la otra media le abuchea.

La pregunta es:
¿Qué ha de hacer uno de estos salvapatrias para que el abucheo sea unánime? ¿Que se ha comido las entrañas de cien niños mientras terminaba la calceta?
Ni aún así, siempre habría alguno de su grupo parlamentario que interpelaría: "No es para tanto, podría haberlo hecho con doscientos, pero dada su admirable capacidad de sacrifício, no le importó quedarse con hambre"

Es este el país que tenemos, el que nos damos a nosotros mismos cada día.

"No exageres" me dice una buena amiga. "Felipe González es el menos malo de cuantos presidentes hemos tenido"
Ahí está el problema, que nos hemos acostumbrado a elegir lo menos malo, y esa, al final, es la mejor manera de quedarse para siempre entre lo peor.

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