Si no lo veo no lo creo. Insignificantes ciudadanos en la junta de accionistas del Santander clamando contra su presidente y señor.
Marco incomparable.
Rojo chiquero en las paredes, rojo infierno en la moqueta, rojo vivo en las corbatas de ellos, rojo pasión en los labios de ellas, y rojo sangre en el rostro de Botín.
Esta es la junta de accionistas del banco de Santander en 2011.
Los primeros sesenta minutos transcurrieron con total placidez, parabienes y autoalabanzas por doquier, pero a partir de ahí...
Antes de llegar a la fase de intervenciones, Don Emilio echó un fugaz vistazo a la lista de accionistas que habían pedido la palabra para intervenir durante el turno de preguntas, y... se le tuerce el gesto (aún más).
Juega sucio. Lee sólo los nombres de los que, al parecer y cada año, le palpan las narices con sus "propuestas fuera de lugar", intenta poner en guardia a la concurrencia por la presencia de esos irreductibles galos que andan ansiosos por moverle los laureles delante de todos. Pero ni siquiera Él puede controlarlo todo. No imaginaba Don Emilio la que se le venía encima.
Yo pensaba que no existía mayor pestiño que una junta de accionistas, pero me equivocaba, al menos por esta vez.
El buque insignia de la gran banca enfrentado a sus vergüenzas, ni más ni menos, eso es lo que ocurrió. El bochorno público en su propia casa y televisado para el mundo entero.
Personas de una en una, reclamaciones de una en una, claras, concretas, y todas tan cargadas de razón, que Don Emilio no tuvo más remedio que recurrir al penoso truco de interrumpir cada intervención con reiterados cortes.
Cada vez que las acusaciones hacia su persona o hacia sus generales alcanzaron niveles sonrojantes, Don Emilio lanzó con su tono amenazador: "¡Señor accionista, le quedan dos minutos!"
(Una verdadera lastima, hombres y mujeres con tanta valentía y criterio, y con tan poca vida por delante)
En pocas palabras, todos le declararon culpable, culpable de ser Emilio Botín.
Culpable de no dar cuentas acerca de sus reiteradas imputaciones por parte de la fiscalía anticorrupción.
Culpable de mantener, en evidente incumplimiento de ley, a Alfredo Sáenz en su puesto de vicepresidente, habiendo sido condenado y también culpable de un delito de falsedad.
Culpable de insultar a los que contemplamos indignados como presiona a "nuestros gobernantes" con sus publicitadas entrevistas personales.
Culpable de incrementar los obscenos sueldos de sus más intimos compinches y el suyo propio.
Culpable de sostener verdaderos templos al maltrato y la injusticia laboral como Wall- Mart.
Culpable de colaborar economicamente con empresas como Textron en la fabricación de bombas de racimo.
Culpable de arrasar la mayor superficie forestal en la historia para la costrucción de embalses en la Patagonia chilena.
Culpable de conceder prestamos a empresas como EADS dedicadas a la fabricación de armamento nuclear.
Culpable de empeñar cada día de su vida, en convertir este mundo un lugar un poco peor.
De vez en cuando, entre todas estas acusaciones, Don Emilio se aparta del micrófono y parece reclamar algo a los que le acompañan, será por un vaso de agua para pasar el mal trago, o será por la tardanza de los encargados del barniz institucional, vaya usted a saber...
Lo que no me explico, es como puede una persona mentalmente sana apagar la luz de la mesilla cada noche y enfrentarse a los fantasmas de sus víctimas, a los rostros de miles y miles de seres muertos, mutilados o arruinados que le señalan con el dedo desde la oscuridad de su mansión.
Habrá una explicación, siempre la hay.
Un momento.
Mi ateismo se tambalea...
Dicen que una vez perdida, sólo hay dos maneras de recuperar la fe, contemplar con tus propios ojos al señor de los cielos, o al de las llamas del infierno...
Imagen: CPS
¡Si le gusta el dinero que cobre! (Aquí lo has bordado, maestro).
ResponderEliminarEl antipático.
Pues que cobre, y que cobre todo de una vez... ¿Voluntarios para darle lo suyo?
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