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martes, 25 de junio de 2019

OLVIDAR ES MORIR



Está escrito y demostrado que el futuro no existe, que no lo puedes ver porque aún no ha llegado... que el presente tampoco existe porque mientras lo nombras se escapa y deja de ser presente... que así pues, sólo existe el pasado, eso que sí podemos ver y tocar y deja rastro... algo tan firme y real, que no se conoce material más sólido sobre lo que edificar.

Imaginemos que un gran borrador de memorias pasara sobre nuestras cabezas mientras caminamos por la calle. De repente, el dar un solo paso ya no tendría el menor sentido, nadie recordaría para qué se levantó esa mañana de la cama, para qué salió de casa, ni siquiera cómo volver... seguiríamos respirando, tal vez.

Somos lo que recordamos, más exactamente, somos la impronta que marcan nuestros recuerdos, y no tanto el resultado de las experiencias que construyeron esos recuerdos. Así pues, sin ellos no somos nada, somos páginas sueltas en blanco a merced del viento y del primer desalmado que las reescriba, somos desconocidos perfectos que no saben a dónde van ni de dónde vienen, muertos en vida que no reconocen ningún rostro, que no tienen otra que permanecer muy quietos y esperar morir, seres muy cerca de ser cosas y sin lo suficiente para diferenciarse de lo inerte.

Imaginemos ahora que en lugar de limitarse a unos pocos, el tratamiento de borrado se hiciera sobre a una sociedad entera, esta quedaría exactamente en la misma situación, tan muerta como el individuo sin memoria, tan mutilada como él, igual de desorientada, igual de incapaz de saber de dónde procede, hacia dónde quiere dirigirse y para qué.

Para una sociedad, perder la memoria es más morir que la muerte misma, es el vaciado completo de eso que nos distingue de un motor de combustión, es convertir lo que fue humano en un montón de vísceras unidas entre sí por la fuerza de la costumbre... pero sin el menor sentido.

¿Qué es la memoria después de todo, sino la manera más real de decir "estoy vivo"?

Hoy nos dicen que muramos, que la mejor manera de cerrar heridas es morir, o lo que es lo mismo, olvidar... que reabrir viejas fosas en vertederos y desguaces no nos va a hacer más libres, más dueños y conscientes de nosotros mismos, que los huesos de quienes allí descansan no son los nuestros, que son de nadie, de nadie que merezca la pena recordar.

Hoy nos recogen entre sus cálidos brazos y nos regalan una ley de memoria para que podamos recordar, y así comprendamos mejor lo mucho que muy pronto vamos a necesitar otra ley para respirar, otra para amar, otra para no odiar, otra para pensar, otra para dormir, otra para despertar, otra para dar las gracias y otra para parar.

Hoy desfilan de nuevo entre nosotros aquellos que inocentemente creímos dormidos, pero que están despiertos, despiertos y recogiendo a dos manos la cosecha de ignorancia y complacencia que han sembrado durante tantos años a la sombra de nuestra tolerancia, de nuestros buenos modos, de nuestro volver la cara.





Hoy los hijos de aquellos golpean las puertas, y no golpean como el que llama, golpean para derribarlas. Pero ni así les reconocemos, ni con todas sus garras, y no porque nos falte valor ni seso, sino porque hemos olvidado quienes son y cuales son sus nidos, sus ramas, sus armas.

Ojalá fuera cierto... ojalá olvidarlo todo fuera el mágico ensalmo que detuviera las bombas que siguen cayendo cada día sobre los mismos inocentes y los mismos lugares, ojalá olvidando la vida de tantos se volviera digna y ya no hubiera en España ese niño de cada cuatro que no cena nunca, o ese otro de cada tres que no tiene un segundo par de zapatos... ojalá olvidando desapareciera esta justicia envilecida, esta monarquía parásita, esta necrófila dictadura de partidos cuajada de sociópatas electos... ojalá terminara de una vez este homenaje sin fin a todo lo inútil y lo abyecto... ojalá todo el sufrimiento y la injusticia de los últimos ochenta años sirviera para algo y no sólo se acabara la guerra, sino que dejase de celebrarse la victoria.

Hoy nos juran y perjuran que lo mejor es olvidar, que es tanto como decirnos que lo mejor es morir.

Tal y como aquellos oscuros legionarios de Millán Astraid le gritaban a Unamuno... tal y como hoy mismo le siguen gritando: "¡Viva la muerte!".

Tal y como él les respondía, preguntando con el alma encogida: "¿Muera la vida?"











8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Te lo agradezco. Que sea para que no nos olvidemos de quienes somos...

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    2. Muy buen texto. Es increible la España de hoy.

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    3. Es increíble, sí... pero más real cuanto peor parece...

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  2. No quiero perder la memoria, no quiero olvidar este escrito.

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    1. Las palabras del vídeo final (La forja de un rebelde)... por no olvidarlas escribí la entrada. Son la vida real, y no ésta vida imaginada.

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  3. En estos últimos 80 años, solo veo algo que desde un principio sigue igual, no ha sufrido ningún cambio. Es la Iglesia Catolica. Estuvo en el alzamiento, en la dictadura, en la transición (falsa) y en la democracia (falsa). Son los que aseguran la falta de memoria. El que sigamos dormidos. El que los cachorros se conviertan en lobos. Tienen grandes embaucadores, van vestidos con faldas negras. Y lo peor, que los corderos les financiamos.
    Hasta que la religión no sea expulsada del Estado, no estaremos vivos.

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    1. Nuestra maldición es que nunca ha llegado la depuración de poderes, más o menos profunda, que otros si han tenido... nos hemos matado tanto como el que más... pero a cambio no hemos conseguido que se mueva una sola coma de lo que afecta a los amos de todo. Dirán que algo sí ha cambiado... y tendrán razón... lo justo y necesario para que no se note que todo es lo mismo.

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