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miércoles, 5 de enero de 2011

PROHIBIDO TIRARSE POR LOS PRECIPICIOS

Verás cariño mío, cuando la abuela y yo eramos jóvenes, había una cosa parecida a vuestras chuches que solía venderse (por un buen dinero) en unas tiendas llamadas "estancos".
Estas cosas venían metidas en cajetillas donde siempre había un cartelito que decía "esto mata". Muchos las comprábamos y las disfrutábamos con deleite, nos burlábamos y hacíamos chistes muy graciosos sobre los dichosos cartelitos, incluso protestábamos con todas nuestras fuerzas cuando los que gobernaban nos ponían trabas para consumirlas.
Ocurría además que aquellas "chuches" estaban aderezadas con venenos que ni siquiera tenían nombres porque los científicos y los laboratorios que los diseñaban trabajaban exclusivamente para los dueños de aquél negocio.
Pero no creáis que todo esto era un secreto, no señor. Lo sabíamos todos, estábamos muy bien informados, y aún así, nos hartábamos de chuches que podían matar.
Cuando alguien nos preguntaba el por qué de nuestra conducta solíamos decir que al fin y al cabo también había veneno en el aire, en las verduras, en la carne...
y que por eso daba igual un poco más de veneno.
Más o menos por aquella época comenzaron a poner en los bordes de los precipicios esos ridículos y enormes carteles de "PROHIBIDO TIRARSE"
Aquellos de los carteles eran una pandilla de pobres tontos. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría tirarse por un precipicio?

Nos va a costar bastante trabajo explicar a nuestros nietos las extrañas costumbres que tenían sus abuelitos allá por el año 2011.
El que llegue que haga la prueba.


Imagen: Ernesto Rodera

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