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lunes, 19 de noviembre de 2012

LA NARANJA MECÁNICA


Durante una tarde en una taberna de Londres... como se encuentran las cosas importantes... sin ir en su busca... así fue como Anthony Burgess dio con el título de su más famosa novela.


Alguien pronunció las palabras "As queer as a clockwork orange", algo que podría traducirse como "Tan raro como una naranja de relojería". Burgess supo al instante que ninguna otra imagen podía definir mejor al que, conservando una apariencia humana, ha perdido la parte más elemental de su naturaleza y la ha substituido por una maquinaria... por materia muerta.

¿Qué mayor perversión podría darse en una naranja que vaciarla de lo que la compone... despojarla de su sabor, de su olor, de todo lo que la hace ser lo que es? ¿Qué mayor perversión puede darse en un ser humano que el no sentir vergüenza mientras apalea brutalmente a un niño de trece años? 

Todos hemos visto las imágenes, todos hemos comprobado como lo impensable ya sucede casi a diario sin que nadie asuma cualquiera de las atrocidades que bestias uniformadas de policías, cometen en la más absoluta impunidad... ninguno hemos tenido noticia de alguna sanción o reproche público hacia los que, si alguien no lo impide, terminarán asesinando a una persona indefensa.

No es un deseo, es una realidad... esto no puede durar mucho más,  cuando los primeros muertos aparezcan en las portadas de los periódicos... entonces esto acabará, y empezará lo que ya será imparable.

Recuerdo cuando siendo niño me aterrorizaba pasar por determinados lugares, aquellas zonas marginales de la ciudad controladas por pandillas juveniles de verdaderos maniacos... "La banda del alicate"... aquellos que sin mediar palabra, te daban a elegir entre un pinchazo con un destornillador, o un mordisco de alicate... era su manera de mostrar su poder... de marcar territorio... con toda la brutalidad posible para provocar el mayor terror posible. Parece ser que aquello pasó a la historia... parece ser que algunos de aquellos encontraron trabajo... uno hecho a su medida... y a salvo de la ley.













Vuelvo a ver a ese canalla... llegando hasta su víctima, descargando golpe tras golpe con su porra... y con tal de no odiar, sino comprender, me pregunto... ¿Qué mueve a un hombre a hacer algo así? ¿Qué desquiciada justificación le impide distinguir lo bueno de lo malo? ¿Es el mal? ¿En que piensa al correr para arrodillarse y apalear a un niño herido que llora en brazos de su madre? ¿Es acaso una simple carencia de bien, de empatía, de buena voluntad, de eso que nos hace humanos? No lo creo, la ausencia del bien no es maldad... la maldad es una decisión personal, la aceptación responsable de vaciarse a sí mismo y ceder al mecanismo... para morir por dentro... para convertirse en monstruo. 
Ya han pasado unos días... los suficientes como para templar la rabia y observar detenidamente lo ocurrido.





El peligro de que la violencia se convierta en el único lenguaje es mayor que nunca, lo propagan desde la instituciones, desde los cargos responsables de mantener el orden... ¿pero qué clase de orden es ese que baña las calles con la sangre de los ciudadanos? Golpeados, vejados, mutilados... hombres, mujeres, niños, o ancianos... ¿es que ya todos somos presuntos inocentes?

Nadie lo sabe tan bien como los máximos responsables de las fuerzas del orden... las consecuencias de esta situación serán dramáticas, las muertes están al llegar... como llegaron los desahucios masivos y les siguieron los suicidios... así es como llegarán los primeros cadáveres a las calles... y la sangre, una vez derramada, siempre llama a la sangre... y tal vez entonces, ni siquiera baste con dimitir.

Por eso es tan importante detener esta locura... desde las pocas mentes sanas que dirigen las instituciones... desde esa pequeña franja de independencia que sobrevive en los medios... desde la misma sociedad civil... desde la propia policía. Hay que parar de una vez antes de que sea tarde y ya nadie recuerde como comenzó el horror.

¿Cuanto queda para que un padre salte sobre el que tortura a su hijo? ¿Cuanto para que el más pacífico se vea empujado por el pánico y haga algo que posiblemente lamente el resto de su vida?

Abramos los ojos de una maldita vez y descubramos que no somos estudiantes, ni funcionarios, ni albañiles, ni médicos, ni soldados... somos personas. Personas que muy por debajo de sus defectos o virtudes, de las creencias u opiniones, conservan un resto de humanidad, de bondad... siquiera en su más básico significado. Abramos los ojos... y que sea pronto... porque de seguir caminando sin querer ver, vamos a caer de bruces en un enorme y resbaladizo charco de sangre del que ya no podremos escapar... al pasado me remito.

Poco cabe ya esperar de los que nos gobiernan... hemos de ser los gobernados los que habremos de decir BASTA a la violencia y a este estado del terror... me temo que los plazos se acortan, y antes de que acaben, tenemos que perder el miedo a señalar.

A pesar de la dificultad que entraña la falta de identificación, hemos de denunciar cada caso de brutalidad policial del que seamos testigos. Cualquier policía que confunda compañerismo con complicidad será tan responsable como el primero de todo lo malo que pueda ocurrir... ocultar deliberadamente el número de identificación, y el temor a ser injustamente denunciado, ya es la escusa de un miserable si por ello contempla impávido como otro policía se comporta como una bestia... si lo justifica...
Si no quiere quedar convertido en un gremio absolutamente aislado de la sociedad y vivir confinado en un gueto, si no quiere pasar a ser despreciado y odiado por el resto de los ciudadanos, ya es hora de que la policía se comporte como lo que se supone que es, un garante de la ley y la justicia... un representante del pueblo y no de la clase política... ya es hora de plantar cara y desligarse de la camorra que se niega a identificarse, de las bandas de psicópatas que apalean a niños de trece años.

Estos que corren parecen tiempos en los que todo se simplifica hasta lo impensable. Se acaban las escusas, las falsas interpretaciones, es mal momento para demagogias. Por increíble que parezca, ya no nos dividimos entre derechas o izquierdas... entre militares y civiles... entre empresarios y trabajadores... entre gobernantes y gobernados... ya solo nos separa una delgada línea roja... tan delgada que nada ni nadie puede quedar entre ambos bandos. Lo que nos distingue es tan sencillo como correr hasta un niño herido que llora entre los brazos de su madre y arrodillarnos para golpearlo con saña... y después huir. 

Ahí estamos... unos a un lado, el resto al otro. Personas honestas, honradas, decentes, y con cierto sentido de lo ético... contra delincuentes de cuello duro, contra salvajes que escondidos bajo un uniforme hacen de la violencia ley.

Es tiempo de elegir... luego será tarde.







7 comentarios:

  1. Lo dije en una ocasión...nos gobiernan los últimos de la clase.

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    1. Muy optimista te veo Miquel... estos son restos de manicomio... los más tirados de la sala de los sociopatas... lo mejor de cada casa.

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  2. Querido Pelayo, los brutos del video no son la Policía Nacional, como dice en su cabecera, son los Mossos. Este detalle que pudiera par3cer sin importancia es capital, cuando se observa en el contexto del Condado, donde a toda costa, se quiere identificar todo lo malo como proveniente del otro lado del Ebro. La situación es en Tarragona y en la Rambla Nueva, si no recuerdo mal las fachadas de las casas
    Que la nacional reparta badana con idéntica desfachatez y con la misma ira, cierto; pero hay que señalar quienes son, porque luego se escucha hablar en catalán al pueblo herido, y claro: eran los polis de Madrid — dice un convergente— porque los nuestros son de otra pasta... Pues no señor, de la misma.

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    1. La única ventaja de tratar con absolutos depravados es que no se necesita hacer distingos. Los UIP más entregados en las manifestaciones de Madrid provienen de otras comunidades ya que los autoctonos comenzaban a "flojear", a no mostrarse tan obedientes cuando se les mandaba apalear a inocentes... y es que la barbarie no conoce fronteras... aunque las levante.

      Abrazo

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    2. Poco que ver: http://elantipatico.blogspot.com.es/2010/04/tanto-rollo-con-la-naranja-mecanica.html

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    3. De modo que Alex es el presente ciudadano medio, colmado de instintos y energías... pero castrado en todo lo relativo a luchar contra el sistema... un maldito pelele, a pesar de su salvajismo, a pesar de su inteligencia, a pesar de sus sofisticados gustos y preferencias... tan esclavo de lo establecido como el que más...

      Me gustas más cuando la cagas, cuando te conviertes en un desesperado y sombrío miope que rompiéndose la crisma contra las paredes, no termina de encontrar la salida... osea... yo mismo cuando estoy lúcido.

      Eres grande

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  3. Supongo que te refieres a Alex, y sí, os parecéis...

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