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lunes, 3 de junio de 2013

LO QUE QUEREMOS... LO QUE NECESITAMOS



Decía no hace mucho Juan Luís Cebrían  (mientras firmaba el finiquito de Maruja Torres) que ahora es cuando más escasea y más se necesita al "periodista combativo", que ya no es necesario bajar a la redacción para controlar a los osados, para contener esa pluma que rebasa los límites de lo legal... ni siquiera de lo conveniente. Añadía además, que hoy (y si es que el paseo es necesario) ha de visitarse la sala de galeotes para que el timbal acelere su ritmo, para que el espíritu crítico no desfallezca del todo, para mantener al menos, la apariencia de seguir respirando.

Propongo una encuesta entre aquellos esforzados remeros... presiento que el resultado sería esclarecedor. Ninguno reconocería su penar, todos se sentirían dichosos de haber encontrado en el medio que hoy le paga el añorado remanso de libertad, todos presumirían de independencia que su capataz le tolera, todos jurarían no haber conocido nunca esa mordaza que tanto padecen los de la acera de enfrente, asegurarían ser respetados en su trabajo, negarían sus propias cadenas.... y lo más curioso es que no mentirían, porque a fuerza de querer creerlo, de tamaña farsa han hecho su verdad.

He maldecido al periodismo en general muchas veces, lo he señalado por mentiroso, por complaciente, por traidor a ese sagrado deber de arrancarle jirones a la verdad, y colgarlos en el centro de la plaza. He cometido el grave error de calificar como malvado al que simplemente está preso, preso en una cárcel sin muros, preso y cocido en su propia salsa.

Alguien me dirá que soy injusto mezclando a unos con otros... que Federico Jimenez Losantos no es igual que el Gran Wyoming. Yo solo pregunto:

¿Cuanto han profundizado uno y otro en el casual accidente que el gran tesorero del PP (Álvaro Lapuerta) ha sufrido tras ser llamado a declarar ante la justicia y haber sido amenazado de muerte? Nadie parece siquiera extrañado por un suceso realmente curioso... Álvaro Lapuerta, "El Chato de Cameros", el ex-boxeador, el que fuera tesorero del Partido Popular durante los quince años anteriores a Bárcenas y posteriores a Naseiro, el gran maestre de las mazmorras financieras en la era más "constructiva" y más "edificante" de este país... ese cuya firma figura en el margen de los papeles más famosos de este siglo... ese que hace muy poco interponía sendas denuncias ante la policía por haber sido amenazado de muerte tras unas explosivas declaraciones a la prensa en las que señalaba la cima de la Comunidad de Madrid... sí ese mismo... Álvaro Lapuerta, ese que acaba de ser dado de alta tras pasar semanas en una UCI para poder sobrevivir a múltiples hematomas subdurales, varias hemorragias intracraneales, numerosas contusiones cerebrales y una elevada hipertensión intracraneal.

 ¿Cuántas veces han aparecido en sus respectivos programas las recientes acusaciones del secretario del Sindicato Unificado de Policía a Aznar y Rajoy sobre una supuesta venta de explosivos a ETA?

Esos que nos hablan por la pantalla... desde las más altas tribunas o apoyados en la barra de un bar, esos que bien se ocupan de mantener ese aspecto elegante o descuidado por el que les identificamos, no son lo que parecen, y esa es su verdadera razón de ser. Simplemente nos cuentan lo que queremos oír... pero solo una parte de lo que necesitamos saber. Esos son el enemigo.

Iconos de la información cuyo prestigio (entre sus respectivos clientes) es constante y ya no obedece a modas... personificaciones de una determinada tendencia política que han llegado a convertirse en un activo más de sus respectivas cadenas... valores absolutos fuera de los cuales nada merece mayor crédito... Noam Chomski los llama "dispositivos de filtración"... Michel Focault los denomina "policías del discurso"... figuras reconocibles e imprescindibles, diseñados para recoger diferentes corrientes de opinión que siendo formalmente distintas, terminan por ser recortadas en los mismos puntos y almacenadas en un mismo cajón. Y su función no acaba ahí... también sirven para marcar y segregar a todo aquél que no acepte ninguna de las dos corrientes... porque si no crees en Federico y no crees en Wyoming... si no crees en el PPOE ni en IU... si no crees en el nacionalismo español ni en el catalán... si no crees en Jordi Evolé, ni en Ana Pastor, ni en Sabater, ni en Teresa Campos... ¿en que demonios crees? ¿en nada? ¿y que se puede esperar de una persona que no cree en nada?

Pero sí hay vida más allá... creo (y no siempre) en los que piensan y opinan sin miedo a incomodarme, sin contrato y sin nómina, sin focos en la cara, sin partido ni partidarios, sin estatus y sin estrado, sin modales ni guión... creo en los que se arriesgan a quedarse solos, en los que no quieren ser queridos, en los que comienzan torcidos y acaban mal, en los que juzgan a costa de ser juzgados, en los que no pueden esperar a que yo acabe, en los perdedores, en los que me levantan del asiento... creo en los feos, en los sordos y en los tuertos (no tanto en los cojos)... y en los locos, en los verdaderos... en esos siempre creo.

¿Cómo no creer en aquellos a los que ningún gran medio incorpora, cómo dudar de las Ada Colau, de los Vinceç Navarro, de los Josep Fontana, de los Carlos Taibo, de los Julio Anguita, de los Slavoj Zizek, de los Jesús Gómez Gutiérrez, de los Mayor Zaragoza, de los Arcadi Oliveres, de los Felipe López Aranguren, y de tantos otros?

Inconsciente servilismo del periodismo hacia los amos de todo... de eso hablo... pero esto es distinto... esto no es un caso de simple inconsciencia... esto es pura simple iniquidad... iniquidad y ridículo, casi a partes iguales.

Es la Sexta, ese canal de televisión que para muchos viene a representar esa ventana abierta cuando todo parece cerrado... la última frontera entre la información libre y la manipulación... algo parecido a lo que hace años se decía de El País... la misma ilusión... idéntico fraude. Es la Sexta, uno de los más peligrosos mecanismos de manipulación de masas, esa amable apariencia ante la que bajamos las defensas, los responsables de la filtración final, esa a la que no llegan La Razón, Intereconomía, y las fuentes de información más reaccionarias.

Aquí dejo la prueba material de la gran farsa que hoy llamamos información... tensa voz en off... música más propia de un thriller... hombres, mujeres, sudor, sol, pimientos, y todo convertido en un oscuro crimen.



El domingo, Jordi Evolé dando voz a Sánchez Gordillo y su forma de entender la política... y el viernes, en la mesa de al lado, Manuel Marlasca y su zafio intento de convertir Marinaleda en el Chicago de los años treinta. Dos formas de generar diferentes corrientes de opinión... un modo de almacenarlas todas en un solo cajón, en un único baremo de audiencia... la mejor manera de encerrarnos en la misma jaula... en esa donde todo el mundo es libre.




No hay peor prisión que aquella en la que no hay barrotes que romper... no hay peor ciego que aquél que cree ver... ni mayor ignorante que el que recurre por sistema a las frases hechas.


4 comentarios:

  1. Tampoco podemos caer en un discurso maniqueista, Évole ha presentado información bastante interesante, como el programa sobre los lobbys en la Unión Europea, el de las farmacéuticas o el del sector de las eléctricas. Veo el fragmento sobre Marinaleda y pienso qué necesidad hay de colocar esa música, claramente manipuladora de las emociones del espectador. Pero es lo que hay, David Trueba, en relación con la presentación de un libro de Guerra en un programa televisivo poco serio, decia que ya no hay debates como los de La Clave (el estilo, mi memoria ya no alcanza para saber si faltaba pluralidad, que supongo que sí). España no da para más, si hubiese un debate sin aderezos, pura palabra, no lo vería nadie. Costaría atraer la atención del espectador sin musiquita, con un documental a palo seco. No pierdas el tiempo, la sociedad española es reflejo de su clase política, el pensamiento está muy diluido. Si quieres evolución, y esto me queda más claro después de leer a Vicenç Navarro, es mejor aprender un idioma nórdico e irse a vivir a Finlandia, Noruega, Islandia o Suecia.

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    1. Vamos hombre... levanta ese ánimo...
      Aquellos fantásticos debates de la clave siguieron a una televisión tan cutre y chabacana como esta. Recuerdo que con las primeras emisiones, se comento algo muy parecido a lo que tu piensas. Se creía que aquello tan serio y sin señoritas saltando por el plató, no iba a interesar más que a cuatro viejos... la sorpresa es que tuvo un gran éxito y hoy es toda una referencia.
      Aquello fue otra demostración de algo que solo se sospechaba... la audiencia es más estúpida cuantas más estupideces se le cuentan... la audiencia sube de nivel a medida que la información también lo hace. Algo parecido ocurrió con las obras de teatro de Estudio 1 y con casos parecidos... la gente es una esponja... absorbe aquello que derramas sobre sus cabezas... y en eso estamos todos.
      En cuanto a lo de mi maniqueismo te diré que el trabajo de Wyoming, de Evole, o de Ana Pastor necesita para ser verdad de una implicación ética muchísimo más fuerte de lo que algunos imaginan... pocos trabajos la tienen tanto. Por eso recordamos a los que no separaron su trabajo de sus princípios y su ideología, aún a costa de sus intereses, aún a costa de que señalar la parte podrida de sus medios podía costarles su estatus y su popularidad. Son buenos informadores, no puedo negarlo... pero echo de más tanto mordisco al frente... y de menos alguno que otro a la mano que sujeta su correa. ¿Pido demasiado? Será porque me voy a morir pronto... y no puedo esperar.

      Un abrazo fuerte

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  2. Además de la manipulación en las noticias que tienen relevancia, estamos invadidos de la otra manipulación, la de la información aderezada, se podrían contar las cosas sin más y que cada uno juzgase como mejor le pareciese pero vivimos en la era del debate y los gurus. No sé porque nos cuesta tanto pensar por nosotros mismos y a que viene esa necesidad de que nos interpreten la realidad, supongo que nos dan lo que pedimos, procesado y listo para consumir.
    Un abrazo.

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  3. What a data of un-ambiguity and preserveness of precious familiarity concerning unexpected
    feelings.

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