El ministro de Economía ha pasado por la Cadena SER para valorar la desviación del déficit que, según el Ejecutivo de Rajoy, obligará a tomar "medidas extraordinarias" CADENA SER 02-01-2012
El trile, también llamado, ¿Dónde está la bolita?, o ¿Quién coño me gobierna? es un juego tradicional, normalmente asociado a la estafa, que suele ser practicado tanto en calles concurridas como en democracias de medio pelo.
Fundamentalmente existen dos modalidades, la primera se juega con tres cubiletes y una bolita, y la segunda con unas elecciones generales.
En todos los casos, lo más importante es hacer creer a la víctima o votante, que participa en un juego limpio y que tiene posibilidades de ganar. Para que el engaño llegue a buen fin resultará imprescindible ganarse la confianza del "primo" o estafado mientras intenta adivinar debajo de qué cubilete se encuentra la bolita, o cuál es el gobernante más acorde a las necesidades del país.
Normalmente el "trilero" es ayudado por otros estafadores ("palos blancos" en Chile, "paleros" en algunas zonas de México, "Presidentes electos" en casi toda Europa), que convencen a la víctima de la facilidad para acertar. Todos los "ganchos", secuaces y acompañantes del estafador principal, forman un corro en torno a la escena del delito, este mueve delante del incauto los cubiletes, o los programas electorales, y el jugador apuesta su dinero o su voto a la posición en la que cree que se encuentra la bolita o el partido más adecuado para que gobierne durante los próximos cuatro años.
En el caso de la bolita, el truco del trilero consiste, mediante una elaborada habilidad de prestidigitación y ligereza, en esconder la bolita en alguna de sus manos para evitar que la víctima la localice. Obviamente este truco no lo hará cuando el estafador desee que el jugador acierte.
En algunos casos el estafador permite que alguien que no es cómplice del fraude, acierte, esto lo hace generalmente cuando la apuesta de dinero es baja, y tiene como objetivo atraer más víctimas a la trampa.
Se nos dice a las claras que nuestros gobernantes, últimos representantes de la soberanía ciudadana, no pueden decidir nada en contra de lo que opinen aquellos a los que nadie ha votado, y no ocurre nada... nos encontramos cada día con ese tipo de noticias que hace un siglo habrían removido los cimientos de todo el país y a nadie parece importarle más eso que el próximo partido de "La roja".
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