Translate

sábado, 24 de marzo de 2012

TRAMPA DE CAZADORES

Creo que fue hace cosa de un par de años, puede que tres.
Entonces descubrí algo realmente curioso, algo que la ciencia médica da por imposible... las cicatrices se heredan.

Al principio no dí mayor importancia a ese extraño escozor que me recorría el cuerpo en determinadas ocasiones y se agudizaba con los años, lo sobrellevaba como uno de esos nuevos achaques que la maldita madurez regala... hasta que ganó en fuerza y comenzó a ser francamente molesto.

Con el tiempo caí en la cuenta, aquella picazón era exactamente la misma que uno siente al dolerse de una cicatriz, de una cicatriz mal cerrada que al mínimo gesto se abre de nuevo para doler como la herida que fue.
Lo curioso es que yo nunca tuve esa herida, y a pesar de ello, dolía como una propia.

Era La Guerra Civil Española.

Por raro que suene, por absurdo que parezca, esa era la herida de otros, de mis abuelos, de los que de un modo u otro sobrevivieron a aquello sin formar parte del monstruo, de los que ya para siempre quedarían marcados a sangre y fuego por el horror de una guerra cruel como ninguna otra... y yo había heredado la cicatriz.

Magia negra, pensé.

Pero no, no fue cosa de magia, más bien fue cosa de que la locura de antaño continua entre nosotros, de la infinidad de libros y artículos escritos desde la ceguera más absoluta, de que sólo algunas veces me he tropezado con la mirada limpia del que cuenta aquellos años sin miedo ni odio, de que la herida permanecía sangrante, y yo, harto de dolerme, tenía que cerrar la mía.

Entonces me decidí a emborronar páginas, a entrar en ese pedazo de un pequeño país llamado España, en esa historia trágica como pocas, y tan perversamente manoseada como ninguna. Un momento en que el mundo pudo cambiar, el instante crítico en que todo, absolutamente todo, era de repente posible.

Así que tiré todos mis libros de historia, y consulté los más sesudos manuales de medicina. Esa molesta cicatriz mía, esa alforza mal curada, debía ser abierta para extraer todo lo malo que guardaba en su interior, y una vez limpia de insanos prejuicios y absurdos héroes de opereta, intentar cerrarla para siempre... de momento.

Y escribí esta novela, y lo hice como hago yo estas cosas, sin pensar en ello, con las tablas indispensables para que todo se sostuviera en pie, para que mantuviera un mínimo equilibrio durante el tiempo suficiente... antes de guardarla en un cajón y olvidarla para siempre.

Pero el diablo enreda... vaya que si enreda...



Trampa de cazadores
Pelayo Martín

Editorial: Akal
Colección: Literaria
Materia: Narrativa
ISBN: 978-84-460-3115-4
Dimensiones: 14x21,5
N.° páginas: 234
Año edición: 2012
Precio: 15





Reseñas de la novela en: 

TRAVELARTE
PERIODISTAS EN ESPAÑOL
RUTA 42
DIARIO DE LEÓN
ESCRITORES.ORG




FRAGMENTO DE LA NOVELA




7 comentarios:

  1. Enhorabuena al diablo liante que ha conseguido que no se quedara olvidada en un cajón y a ti también, claro :)))
    Ese fragmento que he leído me deja impaciente por conseguirla.
    Es la mejor medicina para calmar las heridas de los que ya no están y esa herencia que aún lastima el recuerdo.
    Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero que te te guste... que al menos no te aburra. Con eso me conformo.
      Lo de guardarla en el cajón es de medio mentirijilla, ese tipo de falso consuelo del que uno tira para convencerse de que no vale la pena intentarlo.
      Es el truco favorito de nosotros, los cobardes.

      Ya me contarás.

      Beso y gracias a ti.

      Eliminar
  2. Tuve el privilegio de leerla en borrador y aseguro al futuro lector que con Pelayo estamos ante un verdadero caso de voudou. Si no, no se explica esa capacidad suya para meterse (y meterte) dentro de la piel de unos tipos tan vivos y tan esperanzados, y tan derrotados, y tan fieros y tan atrabiliarios, tan palurdos y tan agudos como los que viven en esta novela. En aquel Madrid y aquella época, antigua y reciente al mismo tiempo, donde para ir cada mañana a la guerra bastaba con coger el tranvía. Son memorables la toma del cuartel de la Montaña, la batalla del Clínico, la defensa de la Casa de Campo, la lucha por hacerse con la Facultad de Filosofía, y la fabulosa y ansiada llegada de Durruti al frente de Madrid, las circunstancias de su muerte, por fin desveladas...
    A mí también se me abrieron las heridas al leer el libro. Porque todos tenemos aún profundas cicatrices de aquella resistencia heroica.
    He esperado demasiado tiempo para ver el libro de Pelayo publicado. Y cuanto más tiempo pasaba más me lamentaba del paupérrimo nivel de inteligencia y atrevimiento de nuestra industria editorial.
    Enhorabuena a nosotros, su público lector.

    ResponderEliminar
  3. Enhorabuena, chato, a costado un tanto verla así. Y ya era hora.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no te creas... que al final casi ha sido una putada. Antes la gente me recibía siempre con eso de " ¿Qué pasa hombre? ¿Te publican o no esa novela?"
      Ahora me he convertido por completo en invisible, ya nadie me pregunta, nadie se interesa, he pasado a ser otro más con la enésima novelita tostón de la guerra civil.
      Para los parias como yo no hay nada mejor que la compasión, después solo queda el desprecio, y eso sí que jode.

      Eliminar