Cualquiera que siga este blog con cierta asiduidad, habrá podido comprobar que eso de hablar de uno mismo no es precisamente mi pasatiempo favorito.
Mostrarse siempre conlleva riesgos, la posibilidad de salir trasquilado, y como mal mayor, que todas tus opiniones queden desdibujadas por el mal ejemplo. Pero hoy estoy lanzado, que ya no es tanto el miedo a verme con los ojos de los demás, y eso seguramente se debe a que mañana presento mi novela... que no es la primera, pero como si lo fuera.
Como llega uno de esos días de sol y nubes, llegará el jueves por la tarde, saldré hacía la librería donde se celebrará la presentación, saludaré a los amigos, me sentaré tras una mesa y echaré un rápido vistazo sobre eso que antes era mío, eso que en cuestión de minutos, pasará a ser propiedad de otros.
Me imagino a mi sargento Amarras bregando contra sus calamidades, enfurecido tras su victoria, enfrentado a la mirada severa de quien no sepa comprender su entereza, a la admiración de quien no pueda ver su amargura...
Y así pasará de mano en mano como la falsa moneda que es, hasta que como siempre ocurre, el personaje se convierte en otros muchos que terminan enterrando al primero, a ese que un día traje al mundo en un chiscón de portería.
Y entonces alguien, por inocente curiosidad, me pedirá que explique cómo construí la novela, y yo habré de poner cara de saber lo que me digo para intentar contar lo incontable... y entonces, si el valor me alcanza, le confesaré que no tengo la menor idea de cómo se escribe una novela, que no era más consciente de edificar esa historia que de la variedad de los frutos secos que devoraba mientras llenaba página tras página... y todo sonará a falsa modestia, y descubriré más de una sonrisa complaciente por la curiosa ocurrencia... y nadie sospechará siquiera que en ese momento estaré expuesto, que nunca antes estuve más desnudo.
Para rematar el acto, probablemente insistiré en que yo no escribía, que era otro el que desde otro mundo se hacía dueño de mi mano mientras me mostraba imágenes de aquél tiempo y aquellas vidas. En ese momento volverán la miradas complacientes y será para bien, porque si supieran que solamente digo la verdad pensarían, con razón, que me he vuelto completamente loco.
Hoy ya es miércoles, mañana mismo perderé para siempre a mi viejo amigo invisible, a mi admirado y temido Sargento Isidoro Amarras.
Que viva en otros… aunque no descanse en paz.
Solo quien escribe sabe que muchas veces son los dedos quienes componen los textos, y nos sorprendemos cuando llegamos al punto final.
ResponderEliminarMuchos exitos Pelayo!!
Siempre lo diré... esto de escribir es el acto más irresponsable de toda mi vida.
EliminarY la gente se ríe cuando lo digo... eso es lo más gracioso.
Gracias y un abrazo
Cuando uno lee muchas veces a una misma persona, al final, llega a conocer de que pie cojea.
ResponderEliminarDeseo una buena acogida para tu libro.
Un cordial saludo.
Sólo espero que este cojo no se te haga demasiado desagradable, muchas gracias Emilio.
EliminarUn abrazo
Pelayo, enhorabuena, ahí estaremos el jueves los tipos infames.
ResponderEliminarGracias Emilio... la verdad es que lo del nombre de la librería me viene al pelo, es como si lo hubieran puesto pensando en mí. Eso de "tipo infame" era algo que me repitieron muchas veces en el colegio cuando se referían a mí y a la incipiente canalla de que me acompañaba.
EliminarUn abrazo
Enhorabuenaaaaaa que biennnnnn.Me alegro un montón por tí!!!Mil besazos
ResponderEliminarMuchas gracias Midala.
EliminarOtros mil para ti.