TALIBANES

El talibán viene a ser aquél cuya idea de sociedad está basada en interpretaciones estrictas de lo que define la vida de un hombre respetuoso consigo mismo, con sus creencias y forma de entender el mundo. 
Para un buen Talibán no hay cabida a otras interpretaciones que posibiliten algún tipo de «libertinaje», de desviación hacia lo inapropiado o dañino.

En el universo Talibán, también en él, existen los semipersonas, aquellos que por carecer de cualquier clase de consciencia han de ser reconducidos hacia las más exactas definiciones de lo “conveniente”. 

Todo comportamiento anómalo ha de ser cuestionado con severidad, y llegado el caso, públicamente reprimido.

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Serán cientos de miles, tal vez millones, abarrotarán las calles de Madrid para recibir a los que ayer mismo, se proclamaron campeones de la Eurocopa. Estrellas de fama mundial, nada más y nada menos. Profesionales de un deporte llamado fútbol, nada menos y nada más.

Irresponsablemente, inconscientes de la gravísima situación que atraviesa el país y de la amenaza que esto supone para nuestro futuro, se apostarán en cada esquina, penarán al sol y entre empujones en busca de esa barandilla sobre la que poder subir para no perder detalle al paso de los héroes.

Y así, inevitablemente, mientras contemplamos tal derroche de sinsentido, mientras nos estremecemos ante la chabacanería de los reporteros, ante la simpleza de cada comentario, ante las Chenoas y los Bisbales… tomará cuerpo el pequeño talibán que todos llevamos dentro… a veces fuera.

Entonces ya no habrá límites para nuestra ira y nos imaginaremos agarrando a uno de esos fanáticos por las solapas para gritarle en las narices que todo eso no es más que un pérfido espejismo, que aquellos a quienes vitorea forman parte de un oscuro y multimillonario negocio que los gobiernos de turno utilizan como pantalla de humo para ocultar sus frecuentes desmanes. 
Añadiremos además la falta de conciencia que frecuentemente demuestran esos jóvenes gladiadores del balón, los obscenos sueldos que reciben, su nulo compromiso como gremio contra la injusticia, o la falta de apoyo a cualquier tipo de reivindicación social. 
Remataremos seguramente con el aplastante argumento de que el mismo día que entra en vigor esa aberración del "repago medicamental", ellos toman las calles para celebrar un triunfo que poco o nada tiene de suyo.

Y una vez ahí, ya para que parar…

Acerquemos entonces nuestra cara  más airada a la suya, que no nos tiemble el pulso al sacar a rastras de los bares a los sudorosos cazurros que entre cerveza y cerveza no cesan de vociferar chascarrillos sin sentido.

“¿Pero qué demonios estáis haciendo?”

Les preguntaremos señalando a la pantalla con nuestro flamígero dedo.

“No tenéis derecho a escapar, no merecéis descanso, os han quitado la casa, os han echado del trabajo, os han convertido en esclavos, a vosotros y a vuestros hijos... y lo mejor que se os ocurre es esconderos en este absurdo... ¡Despertad de una vez! Basta de fútbol... basta de tanto cine, basta de consumir todo eso que tanto os distrae de lo que importa… fuera libros, que el mundo editorial es también parte de los tiranos… no oigáis la radio, que seréis manipulados… pero sobre todo y hasta nueva orden, no seáis felices... ni se te ocurra… Sí, a ti te digo… al desahuciado, al parado, al que trabaja doce horas por 300 euros, al cruce entre pensionista mendigo, al estudiante sin futuro… olvídate desde ya del puto fútbol… ¿No lo ves? Ahora mismo me apagas esa televisión y sales del bar… que estás gastando lo que no tienes… y recuerda que eres un desgraciado a jornada completa… que no tienes tiempo ni derecho a ser feliz… ni una hora, ni aunque sea de mentira…"
 

NOTA:

Mis queridos talibanes, el fútbol... el verdadero... no son más que 22 ilusos bregando en un mundo imaginario, un mundo en el que todos los destinos dependen de que una pelota vaya más allá de tres palos, un mundo construido con desiertos de serrín, selvas de papel, y espadas de madera. Si queréis un consejo… todos deberíais probar a habitar, aunque fuera durante media tarde, en un mundo como ese.

El triunfo de la dictadura no sólo comienza cuando empezamos a justificar a los culpables… también cuando comenzamos a odiar a las víctimas.

Imagen: dipity 

Imagen: lainformacion
Imagen: tendedero