En "La República", aseguraba Platón que la risa debe estar sujeta con dos gruesas cadenas... la compasión y la prudencia... que no deben reírse por tanto, ni los guardianes ni las personas de mérito.
Sabemos desde hace milenios que la sonrisa no corresponde por fuerza a un estado de felicidad, que en algunos casos, forma parte de un ritual establecido con los otros, de manera que por cada vez que reímos en soledad... reímos otras treinta veces en compañía. Así pues, puede decirse que los seres humanos necesitamos de los demás para reír... y ahí es donde más nos distinguimos... los que ríen con alguien... y los que se ríen de ese alguien.
Son estos tiempos extraños en los que se manejan países como tiendas de barrio, en los que se pesan vidas como se pesan garbanzos... tiempos en que las leyes se muestran más claras que nunca y como nunca delatan a su dueño y señor... tiempos en que las escusas cotizan a la baja y se dan las peores noticias con una sonrisa, que más que sonrisa, parece una herida abierta justo encima de la boca.

Según dicen algunos estudiosos sobre la materia, la sonrisa, cuando no la mueve lo cómico, viene a ser "una reminiscencia del ancestral grito de triunfo ante la derrota del adversario" (Charles R. Gruner, de la Universidad de Georgia)... un gratuito gesto de agresión que surge inconscientemente, aún a sabiendas de que el enemigo ya ha sido derrotado... un mensaje de victoria y confianza dirigido tanto hacia si mismo, como hacia los otros miembros del clan.
Esos mismos estudiosos llegan incluso a relacionar esa insana forma de sonrisa con ciertas enfermedades del sistema nervioso central, como por ejemplo tumores, esclerosis múltiple, ictus, demencias, o diversas patologías mentales como la esquizofrenia, la psicopatía, o la dependencia de las drogas.

¿De qué se ríe?
En una exacta foto del diario,
señor ministro del imposible,
Vi en plena risa y en plena euforia
y en pleno gozo su rostro simple.
Seré curiosa, señor ministro,
¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?
De su ventana se ve la plaza
Villamiseria no está visible.
Tienen sus hijos ojos de mando
pero otros tienen mirada triste.
Aquí en la calle suceden cosas
que ni siquiera pueden decirse
Los estudiantes y los obreros
ponen los puntos sobre las íes
Por eso digo, señor ministro,
¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?
Usted conoce mejor que nadie
la ley amarga de estos países.
Ustedes, duros con nuestra gente,
por qué con otros son tan serviles.
Cómo traicionan el patrimonio
mientras el gringo nos cobra el triple.
Cómo traicionan, usted y los otros,
los adulones y los serviles.
Por eso digo, señor ministro,
¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?
Aquí en la calle sus guardias matan
y los que mueren son gente humilde.
Y los que mueren son gente humilde
y los que quedan, llorando rabia,
seguro piensan en el desquite.
Allá en la selva sus hombres hacen
sufrir al hombre y eso no sirve.
Después de todo usted es el palo mayor
de un barco que se va a pique.
Por eso digo, señor ministro,
¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?
Seré curioso, señor ministro,
¿De qué se ríe?
Mario Benedetti
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