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lunes, 12 de septiembre de 2011

LOS NUEVOS MINISTROS

Dicen que antes del siglo IV D.C. los emperadores romanos permitían que los miembros del gobierno fueran elegidos por los ciudadanos. Eran los "magistrados", los encargados de las cosas de importancia.
Fue a partir de entonces cuando los sucesivos emperadores, hartos de tanto remilgo cuidadano, decidieron asumir personalmente la designación del resto de su gobierno. Para ello utilizaban a sus sirvientes o "ministros", los encargados de las cosas menos importantes.

Dicen también que somos lo que somos por lo que tomamos por costumbre, esas pequeñas cosas que hacemos sin pensar, por tradición.
Nuestros ministros andan en esas, ocupándose de chorradas y dejando los asuntos importantes en manos del emperador, balbuceando sin parar, sin pensar en si lo que dicen es una estupidez, sin perder el tiempo en disimular que no tienen la menor idea de lo que hablan.
Ajenos a todo y a todos, con esa expresión tan suya, tan satisfecha del que lo tiene todo atado y bien atado, del que se cree intocable e inmune ya para siempre.

¿Y si pudiéramos librarnos de todos ellos, de los que ya apenas están y de los ya casi llegan?
¿Se vendría todo abajo?
¿Moriríamos todos en el acto por un ataque de desgobierno?
¿Encontraríamos substitutos?
Yo creo que no sería muy difícil.



Para substituirla a ella no creo que hubiera problema. Esa clarividencia a la hora de pergeñar memeces podría tener utilidad en un "Salvame de Lux" cualquiera, pero al mando de un ministerio...

En cuanto al resto, tampoco sería muy complicado encontrar candidatos más aptos. Personas anónimas, personas sin necesidad de hacerle ojitos a la cámara, personas que no pertenezcan a ninguna casta política, personas capaces de transmitir a los ciudadanos conceptos claros, planteamientos directos y comprensibles, y no esas parrafadas dignas de vendedores de crecepelos.


Un ejemplo:




Imaginad además, que una vez libres de ellos, pudieramos liberarnos también de sus ministerios e inventar otros. Los que ya conocemos no parecen haber solucionado los grandes problemas, será cosa de probar suerte.

Ministerio contra la pobreza, ministerio de la justicia social, ministerio de la honestidad, ministerio de la participación ciudadana, ministerio contra la impunidad, ministerio contra los abusos de la banca, ministerio contra la corrupción, ministerio del sentido común, ministerio contra la mentira, ministerio contra los privilegios, ministerio contra Leire Pajín... y tantos como problemas, que ministerios y ministros al uso, parecen incapaces de solucionar.

Eso sí... yo me reservo, de acuerdo a la inveterada tradición hispana, un buen puesto para mí mismo.
Uno que encaje con mis especiales capacidades, y donde desarrolle todo mi instinto creativo.
Un ministerio que nos compense de tanta tropelía y tanta desfachatez, que haga pagar las facturas pendientes a todos aquellos servidores públicos que desde tiempos inmemoriales han sembrado la ruina y el despilfarro para, una vez retirados, anidar en la confortable poltrona de un consejo de administración.

Ministro de la venganza... ese sí que sería mi sueño.

3 comentarios:

  1. Ya veo, una especie de comite de salud pública robespierrano... Cuidadín

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  2. ¡No te asustes hombre!
    Todo será sin sangre ni sufrimiento físico.
    Aunque mi primera idea fue una especie de "toro de la Vega" ahora la descarto por eso de tanto correr tras de ellos, uno ya no está para carreras.
    Ahora creo que la mejor venganza consistiría en quitarles lo que más aprecian. Las perras, amigo, las perras. Las perras y el prestígio.
    Sueldo de becario (un bonometro de diez viajes), una pensión de 300 euritos de por vida, un digno puesto de asistente social en "El Gallinero" a jornada completa, tan completa que no podrán salir de allí hasta que aquello parezca Manhatan. Y todo bien televisado...
    Déjame seguir pensando que yo para esto de vengarse valgo mucho.

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