"... Moisés subió al Monte Sinaí y permaneció en su cima cuarenta días y cuarenta noches, al cabo de los cuales le dio Dios escritos en dos tablas de piedra los diez mandamientos"
Dice José Blanco que esto ya no tiene remedio, que la reforma de la constitución ya no admite marcha atrás y que no hay tiempo para convocar un referéndum.
Lamento admitirlo, pero tiene razón. No hay tiempo... y nunca lo hubo.
La constitución... Las tablas de la Ley...
Venerada norma suprema, que a través de los padres de la patria nos regalan los dioses de la libertad y el progreso. Curiosa palabreja esa de "constitución" para denominar algo que nació en un lugar oscuro y de puertas cerradas. Unas páginas escritas a todo correr hace casi cuarenta años en un despacho de la calle Serrano, bajo la mirada grave de varios generales y un puñado de políticos elegidos a dedo por su majestad. Una constitución de piñón fijo y plato único redactada con renglones muy derechos que descartaba todo lo inconveniente, que nunca planteó duda alguna entre monarquía o república, entre régimen presidencialista o parlamentario, entre voluntad popular o dictadura del poder económico.
En la calle las cosas no iban mucho mejor. Miedo, miedo a raudales. Miedo al recuerdo lejano de una guerra civil, y miedo a levantar la voz.
El mismo miedo que un 23 de febrero de 1981 corría las cortinas al mirar a hurtadillas por el balcón mientras se escuchaba el transistor, el mismo miedo que un doce de Octubre de 1986 volcó las encuestas en cuestión de días y ganó el referéndum de la entrada en la OTAN. El mismo miedo que un 20 de febrero de 2005 dijo sí a la pantomima llamada "Constitución Europea". Siempre el miedo.
Hoy es el miedo a abrir los ojos, a renegar de una vez por todas de esa señorona de misa diaria y ligera de cascos que siempre ha presumido de buena cuna, cuando la verdad es que nació en un maloliente chiscón de arrabal.
Dama boba y engolada que miente con dos lenguas cuando promete, sorda como tapia ante los humildes, solícita a subirse las enaguas ante los mercados para ser violada, corrompida, y mutilada.
Constitución y democracia, con esas dos palabras mágicas basta para convocar legiones de orgullosos luchadores por la libertad que olvidan algo muy importante, que quizás vivamos en la peor de las españas posibles, que todo lo malo que pudo ocurrir tras la muerte de Franco ocurrió, y que los oscuros nubarrones que nos acechan no son sino la consecuencia lógica e inevitable de todo ello.
Ya los oigo...
Reproches por la ceguera que me impide ver todo lo conseguido, los indudables logros de nuestra joven democracia...
¿Cómo se puede siquiera nombrar la palabra "democracia"?
Si ninguno de nosotros ha vivido jamás en democracia.
Si nunca hemos votado libremente a aquellos que queremos que nos gobiernen, si sólo hemos votado a marionetas de quita y pon que obedecen a otros.
Si nunca ha existido eso que llamamos división de poderes. Si un sólo poder ha ejercido una perversa división de funciones, en la que sin el menor rubor, el poder ejecutivo nombra al legislativo y al judicial.
Si el sistema electoral está diseñado para perpetuar a dos grandes partidos y alejar del poder a cualquier otra opción.
Si ESTA constitución es un triste legajo repleto de palabras vanas y derechos que no se cumplen, la obra cumbre de los que en su día diseñaron este paraíso de cartón piedra.
Si la corrupción y la ineptitud son norma general... Si el abuso de poder y la impunidad campan a sus anchas.
Si como siempre, la inmensa mayoría de los españoles se limita a cerrar ojos y ventanas mientras se roba el futuro de nuestros hijos.
El mismo miedo que un 23 de febrero de 1981 corría las cortinas al mirar a hurtadillas por el balcón mientras se escuchaba el transistor, el mismo miedo que un doce de Octubre de 1986 volcó las encuestas en cuestión de días y ganó el referéndum de la entrada en la OTAN. El mismo miedo que un 20 de febrero de 2005 dijo sí a la pantomima llamada "Constitución Europea". Siempre el miedo.
Hoy es el miedo a abrir los ojos, a renegar de una vez por todas de esa señorona de misa diaria y ligera de cascos que siempre ha presumido de buena cuna, cuando la verdad es que nació en un maloliente chiscón de arrabal.
Dama boba y engolada que miente con dos lenguas cuando promete, sorda como tapia ante los humildes, solícita a subirse las enaguas ante los mercados para ser violada, corrompida, y mutilada.
Constitución y democracia, con esas dos palabras mágicas basta para convocar legiones de orgullosos luchadores por la libertad que olvidan algo muy importante, que quizás vivamos en la peor de las españas posibles, que todo lo malo que pudo ocurrir tras la muerte de Franco ocurrió, y que los oscuros nubarrones que nos acechan no son sino la consecuencia lógica e inevitable de todo ello.
Ya los oigo...
Reproches por la ceguera que me impide ver todo lo conseguido, los indudables logros de nuestra joven democracia...
¿Cómo se puede siquiera nombrar la palabra "democracia"?
Si ninguno de nosotros ha vivido jamás en democracia.
Si nunca hemos votado libremente a aquellos que queremos que nos gobiernen, si sólo hemos votado a marionetas de quita y pon que obedecen a otros.
Si nunca ha existido eso que llamamos división de poderes. Si un sólo poder ha ejercido una perversa división de funciones, en la que sin el menor rubor, el poder ejecutivo nombra al legislativo y al judicial.
Si el sistema electoral está diseñado para perpetuar a dos grandes partidos y alejar del poder a cualquier otra opción.
Si ESTA constitución es un triste legajo repleto de palabras vanas y derechos que no se cumplen, la obra cumbre de los que en su día diseñaron este paraíso de cartón piedra.
Si la corrupción y la ineptitud son norma general... Si el abuso de poder y la impunidad campan a sus anchas.
Si como siempre, la inmensa mayoría de los españoles se limita a cerrar ojos y ventanas mientras se roba el futuro de nuestros hijos.
Por eso tiene razón Pepiño Blanco. Durante nuestra historia reciente, nunca ha habido tiempo para ciertas cosas. El miedo lo ocupa todo. El miedo a caer en un vacío que no existe porque nunca existió. Miedo a perder estas roñosas muletas que son ESTA constitución y ESTA democracia, miedo a no poder sostenernos en pie sin ellas, miedo ser devorados por los monstruos, por el caos y la anarquía. Miedo, miedo, miedo a perder el regalo que los padres de la patria nos hicieron hace cuarenta años.
Maldito miedo... y malditos regalos, siempre han fabricado muchos más esclavos que todos los látigos.
Para lo que si estamos a tiempo es para que Pepiño y todos sus cómplices de partido partan de una puta vez en pos de su merecida recompensa. Los amos habrán de ser generosos, pues sus servicios han sido muchos y valiosos. Han conseguido al fin su propósito, laminar los restos de todo lo que otros construyeron a pesar de todo, a pesar de ellos.
Lo malo es que los que llegan vienen frescos, bien descansados para rebuscar entre los restos del naufragio todo aquello que se pueda quemar en la gran hoguera neoliberal que se prepara.
Ya veis, a veces todo va tan mal, que hasta las buenas noticias son malas noticias.
Ya veis, a veces todo va tan mal, que hasta las buenas noticias son malas noticias.
estoy contigo hermano . hasta la victoria siempre, patria comunismo o muerte venceremos
ResponderEliminarTremenda esta nueva entrada. Es curiosa la sensación que me invade al leer sobre estas cuestiones, pues me hierve la sangre al ser consciente de todas las agresiones que estamos recibiendo y por otro lado me gusta que alguien más piense de la misma forma y que poco a poco sienta que cada vez hay más gente que piensa en esa misma dirección alternativa. Sludos.
ResponderEliminarMe alegra saber que la rabia es contagiosa, a lo mejor es el ingrediente que nos falta para romper a hervir de una puñetera vez.
ResponderEliminarOjalá sea así.