¿CENAR UN SAPO? ¿GUARDAR SILENCIO? ¿URDIR FALACIAS? ¡SÍ, GRACIAS!

¿Qué se necesita para que nuestros hospitales cierren plantas y eliminen camas mientras crecen las listas de espera?

¿Qué se necesita para que Emilio Botín y su familia dispongan sin riesgo de cuentas secretas (2000 millones no declarados) desde la Guerra Civil en una sucursal suiza del HSBC?

¿Qué se necesita para que miles de colegios concertados cobren por lo que ya está pagado con nuestros impuestos?

¿Qué se necesita para que el 96% del total recaudado por hacienda provenga de las rentas más bajas, y sólo un 4% de los más ricos?

¿Qué se necesita para que el 75% del fraude fiscal corresponda exclusivamente a 6000 personas y a sus grandes fortunas?

¿Qué se necesita para que la imagen pública de Artur Más no caiga bajo las cloacas al declarar que "la subida de impuestos a los más ricos, no sería más que testimonial"?

¿Qué se necesita para que la ex Vicepresidenta del Gobierno español, la Sra. María Teresa Fernández De la Vega, pudiera ordenar la interrupción de la investigación iniciada sobre las actividades económicas supuestamente fraudulentas del Presidente del Banco Santander?

Todas las preguntas tiene una sola respuesta. UN PERIODISMO QUE GUARDE SILENCIO.

Voy a contener los insultos... la verdad es que a estas alturas servirían de muy poco. Lo que no voy a hacer, es dejar de señalar la vergonzosa actitud de los que llamándose periodistas, callan a diario los nombres que nadie nombra.

¿Dónde está el exhaustivo seguimiento a la primera constitución escrita en toda la historia por personas que no pertenecen a ninguna élite política o intelectual?

¿Dónde se analiza "la segura e inevitable" catástrofe social y económica de Islandia al negarse a pagar "su deuda"?

¿Cuándo llegará ese primer artículo denunciando las miserias de El Corte Inglés, del Banco de Santander, o del Jefe del Estado?

¿Quién escribirá esa primera lista de marcas de automóviles que refleje cuáles tienen un mayor índice de defectos de fabricación, y cuántas muertes han causado?

¿Y la lista de empresas con mayor cantidad de accidentes laborales?

¿Y la de las actuales "y benéficas" fortunas procedentes del expolio ocurrido tras la guerra civil?

Son tan pocos los que se atreven a levantar la voz, es tan débil el eco de sus denuncias, que se hace necesario repetir las palabras cien y mil veces, las que sean necesarias. Es obligación de todos.

La banca, el fraude fiscal y el New York Times - Vicenç Navarro - Nuevatribuna.es - 26 Octubre 2011 - 21:13 h.

Lejos de este, y de otros "locos" como este, no hay nada. El panorama es tan desolador que ya no cabe esperanza de regeneración.

No hace mucho, en una entrevista concedida en Brasil, el mismo Juan Luis Cebrián (Director de "El País") confesaba que en el periodismo español ya no era necesaria la censura, que las redacciones están abarrotadas de seres temblorosos a los que a menudo hay que animar a ser más críticos, menos prudentes.
El miedo a perder la silla es tan intenso y está tan extendido, que se piensa y se repiensa cada artículo, cada frase, y casi cada palabra.
¿Molestará esto al Corte Inglés? ¿Pedirán mi insolente cabeza a cambio de continuar como anunciante en el periódico?

Lo dicho, no caben los insultos... más bien la compasión.

¿Que vida será esa? La del que se sabe esclavo, la del que ya no puede respirar sino como respiran los siervos, hociquenado con esmero entre los restos de lo que un día fue su profesión. Todo con tal de proteger un sueldo mísero y un contrato por obra que le ata de por vida a una cuerda floja de la que con toda probabilidad, caerá más pronto que tarde.

Dicen que casi todos los trabajos tienen cinco minutos de mierda al mes, ese momento en que la prudencia y la necesidad se montan a horcajadas sobre nuestros principios para llevarlos por caminos que nunca querríamos siquiera pisar.
El periodista en España (la inmensa mayoría de ellos), arrastra su existencia siguiendo esas rodadas, sin salirse nunca, sin atreverse a tomar atajo alguno porque presiente la censora mirada de su amo en la espalda, preso de las más fuertes cadenas que jamás se forjaron, esas que no se ven, esas que uno mismo remacha.

Imagen: mirandoenlared