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viernes, 3 de diciembre de 2010

LA SEÑAL

Mientras el ascensor bajaba hasta el nivel más profundo, tuvo tiempo suficiente como para pensar en todo una vez más.
Agradeció la soledad, el silencio que aquel frío y aséptico lugar le ofrecía. Meditó sobre infinidad de detalles sin importancia, siempre sospechó que bajo el más insignificante de todos ellos descansaba la clave del problema.
Repasó mentalmente las conversaciones, los datos, las teorías más improbables, y tras tanto cavilar, tal y como le había enseñado su padre, preguntó a su corazón. La respuesta de este no tardó en llegar. “A veces las cosas no son lo que parecen”
Un estridente zumbido le sacó de sus pensamientos. Las puertas se abrieron perezosamente y una voz sin vida le advirtió varias veces de su entrada en la zona de máxima seguridad, a mil metros bajo la falda de la montaña y a mil millones de kilómetros del planeta llamado Zinus Lamprae.
Nadie se interpuso en su camino, allí no había guardias, los analizadores remotos de ADN instalados por toda la planta garantizaban la seguridad sin el más mínimo margen de error.
Sólo se detuvo ante la puerta de mercurio hiperdenso, bajo su arco analizador sintió de nuevo ese desagradable cosquilleo en la piel, y tras unos interminables segundos, la voz sin vida le concedió permiso para acceder a la sala “alfa”
-Buenos días General –dijo el Presidente al entrar.
-Buenos días Señor –Viene usted justo a tiempo, creo que ya podemos dar por finalizada la investigación... es la hora de tomar decisiones.
-¿Cómo es posible? ¿Tan pronto? -preguntó el Presidente– Los del consejo de seguridad me aseguraron que tardaríamos aún varias semanas en …
-Olvídese de esos malditos burócratas, no tienen la menor idea de la clase de problema al que nos enfrentamos. ¡Semanas dicen! Es posible que la supervivencia de la raza humana dependa de lo que hagamos en las próximas dos horas y ellos dicen que necesitan semanas... No es momento de arredrarse, es momento de asumir responsabilidades. Nuestras familias, la humanidad entera y dios mismo esperan que lo hagamos, y por los clavos de cristo que no vamos a decepcionarles.
El Presidente suspiró profundamente y quedó pensativo, guardó silencio durante un momento, y sin levantar la mirada del suelo, habló en voz baja.
-Quiero verle otra vez. Un nuevo intento y le prometo que tomaré una decisión.
-Ya le he dicho que se nos acaba el tiempo... no servirá para nada...
-Y yo le he dicho que quiero intentarlo de nuevo General. Obedezca y abra la urna. ¿O prefiere que lo haga yo mismo?
El General se aproximó con desgana al panel de control, y muy lentamente, puso su mano regordeta sobre una superficie de cristal.
-Como usted quiera señor Presidente, pero yo creo que esto será otra absoluta y peligrosa perdida de tiempo. Recuerde que no disponemos de demasiado margen.
Las últimas palabras del General quedaron apagadas por un siseante sonido. El Presidente respiró hondo para enfrentarse de nuevo a la visión de lo más extraño y asombroso que unos ojos humanos contemplaron nunca.
Tumbado en el interior de una especie de cofre, descansaba completamente inmóvil el cuerpo de Milón. Así decía llamarse aquél ser capturado dos días antes mientras deambulaba por los campos de la meseta norte próximos a la capital.
Con su diminuta boca y su voz de niño, les habló con palabras sueltas de su planeta, de su hogar, y de su misión. Desde el principio repitió lo mismo, a los granjeros, a los policías, a los soldados, a los científicos, a todos cuantos acudieron para asombrarse de sus cuatro brazos y de sus seis piernas, de sus desproporcionadas y grandes orejas puntiagudas, de sus manos con sólo dos dedos, de sus pies en forma de rueda, y sobre todo, del color cambiante de su piel, a veces de plata, a veces de oro.
El Presidente se estremeció una vez más ante la indefinible belleza de aquel ser. Recorrió su enorme cuerpo con la mirada y descubrió en el centro de su pecho una tenue mancha oscura. Se inclinó sobre ella para verla de cerca mientras preguntaba:
-¿Qué es eso?
-¿Eso? -preguntó a su vez el General- ¡Ah, eso! Nada importante, seguramente algún tipo de reacción al tratamiento a que ha sido sometido. No creo que sea algo relevante, lo que ahora importa es poner en marcha...
-¡Le han torturado! -exclamó el Presidente espantado- ¿Cómo se han atrevido General? Este ser se ha entregado voluntariamente y su actitud siempre fue pacífica. Sus ordenes no iban más allá de garantizar su custodia, nadie le ha autorizado para nada parecido ¿Es que se han vuelto locos? ¿Es siquiera consciente de las consecuencias que puede acarrear esta barbaridad?
El General dio un paso al frente y se encaró al Presidente para interrumpirle a voz en grito.
-¡Eso no se entregó voluntariamente! ¡Se rindió! Y se rindió porque le perseguimos y le acorralamos. ¡Es usted el loco señor Presidente! ¿Es que tengo que explicarle a usted también que eso es una criatura de otro mundo? Un bicho que por ser extraño puede ser peligroso, un bicho venido de otro sistema solar por alguna razón, por alguna razón importante, algo de una trascendencia vital para él y para los de su especie. Esto lo sabemos gracias a lo que usted llama tortura y que yo denomino investigación. No me mire así señor Presidente, abandone ese modo de pensar, esa simple e ingenua idea del bien y el mal, aquí lo único que cuenta es la seguridad de nuestros hijos, lo demás importa poco. Que nuestros nietos nos juzguen, eso será señal de que están vivos, que nos juzguen y nos condenen por ser crueles con nuestros enemigos. Nosotros a cambio les regalamos un futuro, un planeta en el que vivir a cambio de su mala conciencia y este bicho muerto. No es un mal trato ¿no cree?
-¡Lo han matado! ¡Lo han asesinado! Están locos... eso es... han perdido la razón...
-Llámeme loco, llámeme asesino cien veces si eso le hace sentirse mejor, destitúyame, pégueme un tiro si así vuelve a la realidad -dijo el General ofreciéndole su pistola- Tome mi arma y vuéleme la cabeza, con el sonido del disparo quizás usted despierte de una maldita vez para abrir por fin los ojos. No me importará, habré dado mi vida con gusto por usted y por mi patria... por todas las patrias del planeta.
El General esperó unos segundos y volvió a enfundar su pistola. Se mesó los cabellos blancos y le ofreció una silla al Presidente. Este no dijo nada, se derrumbó sobre ella y hundió la cara entre sus manos temblorosas.
-Le repito que no es momento de dudas señor, esta es la hora de dar la talla. No estoy tan loco como usted quiere creer. He valorado todos los aspectos, analizado los datos, y he llegado a una conclusión irrefutable.
El General agarró al Presidente por los hombros para hablarle desde muy cerca, como si alguien más pudiera oírle.
-Ese animal representa una seria amenaza para todos nosotros. ¿Cuantos años llevamos investigando esas gigantescas señales repartidas por todo el planeta? Se ha demostrado que la mayoría son fraudes, pero otras... entre estas últimas están las que hizo ese bicho. Tres círculos conectados entre sí y cada uno de ellos conectado a su vez con otros tres más pequeños. ¿Qué significa? Imposible saberlo con certeza, todo son elucubraciones. Un mapa, una fecha, una bandera, la representación de la molécula del extraño metal en que se basa su organismo... cualquier cosa es posible, y cuando todo es posible, lo correcto es ponerse en lo peor, esa es la mejor manera de seguir vivo. Luego están sus palabras antes de morir...
El Presidente alzó la cara muy despacio.
-Sí señor, está todo grabado. Ante nuestra insistencia al preguntarle por el carácter de su misión ese bicho pronunció la palabra “alimento”, lo hizo varias veces mientras miraba fijamente uno de nuestros monitores con la imagen de esa maldita señal.
-¿Y no dijo nada más? -preguntó el Presidente en voz baja.
-También pareció decir con su media lengua cosas como “energía”, “envío”, y otras absolutamente incomprensibles. El hecho cierto es que estamos marcados señor Presidente, nos han marcado como quien marca a una vaca de su propiedad ¿Qué otra cosa puede ser? Este planeta es ahora una vaca que tarde temprano les servirá de alimento. Ahora nos queda la tarea más difícil, desentrañar los secretos de nuestro enemigo, descubrir sus debilidades, hallar su medio de transporte, y construir armas. Millones de armas capaces de destruirles a todos. Eso... o perecer.
El General marcó una secuencia de números en un teclado y el monitor principal de sala se llenó de gráficos y escalas.
-Hemos intentado estudiar su fisiología, pero todo intento de abrirle ha resultado inútil, esa piel plateada ha resultado ser tan indestructible como sensible a las descargas eléctricas. Se trata de una especie de material superconductor que amplifica enormemente la energía aplicada sobre ella. Una sustancia realmente interesante que por ahora nos impide acceder a los misterios que oculta en su interior...

(((( ))))

En ese preciso momento, a mil millones de kilómetros, bajo las densas nubes de azufre del planeta llamado Zinus Lamprae, una joven zinusiana de apenas quinientos años recién cumplidos, sostenía entre sus cuatro manos un delicado artilugio con el que contemplaba un diminuto planeta azul. Ajustando su poderosa lente pudo distinguir por fin aquello que buscaba.
Milón no la había defraudado, había cumplido su promesa de amor.
Allí estaba, grabado sobre la superficie del lejano y primitivo planeta, una tosca y diminuta representación de un corazón zinusiano, de un corazón como el suyo y el de Milón. Un órgano compuesto por tres cavidades esféricas, alimentadas cada una por tres núcleos de energía.
Durante un tiempo, contempló aquello para alimentarse del amor de Milón, y una vez que sus núcleos quedaron repletos de energía, cerró los ojos para desear con todas sus fuerzas, el regreso de su amado.




“Algún día lograremos controlar a fuerza del sol, los vientos y las mareas. Ese será un gran día... tan señalado como cuando el hombre encendió el primer fuego.
Ninguno de ellos tendrá importancia comparado con aquél en que descubramos la energía contenida en el amor”


Imagen: http://www.flickr.com/

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