Los antropólogos aseguran que el Homo sapiens es una especie en continua transformación, que lo que hoy es el ser humano constituye sólo una de las muchas ramas en que se divide la compleja evolución de un homínido que hace tres millones de años habitaba los bosques de la actual Etiopía, el denominado Australopithecus africanus.
El gran tronco de nuestra especie está repleto de ramas secas, de caminos sin salida que significaron la extinción de todas las demás alternativas, así pues, solamente quedamos nosotros. Lo que nadie descarta es que, como ya ha ocurrido otras veces, nuestra rama se divida a su vez en dos, en tres, o en muchos otros caminos hacia eso en lo que algún día habremos de convertirnos.
Pequeños e imperceptibles cambios debieron ser la clave para que del primitivo Australopitecus surgiera el primer Homo habilis, y de este el primer Homo erectus, Neandertales... Nada apreciable a primera vista diferenciaría a esos primeros individuos que ya llevaban en su interior la indefinible voluntad de erguirse sobre sus patas traseras, de transformar una piedra en herramienta, o de imaginar aquello que no existe. ¿Es que ese proceso se ha detenido? Yo estoy seguro de que no, creo que continúa, que incluso se acelera de un modo asombroso.
Tomemos un concepto abstracto, tal vez el más abstracto de todos los que manejamos. El dinero. ¿De qué modo nos comportamos ante él? ¿Lo hacemos todos de la misma manera? ¿Existen grandes diferencias en las actitudes de hombres aparentemente iguales, con respecto a semejante herramienta?
Tres hombres, tres ejemplos completamente distintos de relacionarse con el dinero.
1º El hombre que vive para el dinero.
Emilio Botín-Sanz de Sautuola García de los Ríos (17/10/1934, Santander) es un banquero español y primer marqués de O'Shea. Una vida entera dedicada a amasar una gran fortuna, medio siglo invertido en acciones de muy baja rentabilidad. Una conciencia llena de negros lamparones a base de procurar la desgracia de muchos con tal de satisfacer la insaciable codicia de unos pocos.
Don Emilio ha dedicado casi toda su existencia a especular con las vidas de otros, a financiar la fabricación de armas, a colaborar en la destrucción de la naturaleza a lo largo y ancho de todo el planeta...
Don Emilio ya tiene casi ochenta años, y por ley natural (esa que no admite indultos) pronto pasará a mejor vida. Imagino a Don Emilio en la cama, agonizante, rodeado por sus seres queridos, enredado en el populachero trance de repasar la vida que ya termina. Lo imagino satisfecho, dando por bueno cada esfuerzo en la tarea de hacer de este mundo un lugar un poco peor. Lo imagino sin remordimientos, sin rastro de culpa, seguro de haber cumplido con su destino, dispuesto y orgulloso al entregar el testigo a los que, tras su muerte, habrán de continuar la tarea.
2º El hombre que vive con el dinero.
Samuel Langhorne Clemens, conocido por el seudónimo de Mark Twain (Florida, 30/11/1835 – Connecticut, 21/4/1910), fue un genial escritor, orador y humorista estadounidense. Una vida dedicada a sentir otras vidas como si fueran la propia. Un hombre con las dos únicas cualidades que hacen a un ser humano superior a otro, la bondad y el sentido del humor.
"Si Mark Twain estuviera vivo seguramente tendría un blog. La única diferencia con los blogueros de hoy es que él jamás habría escrito gratis. Le gustaba el dinero". Dicen sus biógrafos.
Era esa clase de hombres que persiguen el dinero, pero que incluso antes de alcanzarlo, ya lo están gastando en un nuevo sueño. Twain siempre apostaba con todo, y siempre perdía. Escribía contra corriente, denunciaba lo que la mayoría toleraba, siempre contra lo establecido y apartado de todo convencionalismo. Financió varios proyectos científicos de su amigo Nikola Tesla, incluso patentó algunos inventos propios, pero nunca llegó a convertirse en un hombre rico.
Al final de su vida, doblegado por la enfermedad, sumido en una nueva bancarrota, y ya con la absoluta certeza de que su maltrecho corazón se negaba a seguir latiendo, citó en un restaurante a su editor y amigo W. Stead. Después de ponerle al corriente del penoso estado de su salud y sus finanzas, y justo antes de los postres, le propuso algo realmente insólito. Una corresponsalía desde el más allá. La manera más lógica de conseguir esas entrevistas con las que todo periódico siempre soñó.
Stead, impávido ante tan estrafalaria oferta, se limitó a preguntar por lo honorarios que Twain pretendía recibir a cambio de su trabajo, y este le respondió con una cantidad absolutamente desproporcionada de dinero. Twain añadió además, que aquella pequeña fortuna era en realidad una gran inversión dada la calidad de los personajes a los que podría entrevistar... los secretos de todas las grandes figuras de la historia a cambio de algo tan vulgar como el dinero. Como medio de transmisión propuso utilizar la telepatía, o en su caso, sesiones de espiritismo en las que una serie de golpes en código Morse sirvieran de dictado.
Sobre la remota posibilidad de que Twain incumpliera su palabra de ponerse en contacto con los vivos una vez muerto, o de que los gastos en el cielo superaran a los honorarios recibidos, llegaron también a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Una vez que editor y escritor se reunieran en el otro mundo ajustarían cuentas, calmadamente y sin prisa, disponían de toda la eternidad para ello.
Así era Twain… así es como perseguía al dinero... de esa maravillosa manera.
3º El hombre que vive sin el dinero.
En cuanto al tercer grupo podríamos tomar como ejemplo a José Luis Sampedro Sáez (Barcelona, 1/2/1917) escritor, humanista y economista español, defensor acérrimo de una economía «más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos». José Luis ha sido subdirector y asesor del Banco Exterior de España, también fue senador, catedrático, llegó incluso a alcanzar el éxito en el mundo literario… tuvo un sinfín de oportunidades para asegurarse un provechoso futuro medrando, trepando, conspirando, especulando… pero no lo hizo.
Hoy, a sus noventa y cinco años de vida, Sampedro se yergue sobre sus patas traseras y alza la mirada por encima de la maleza para ver un poco más allá que el resto de nosotros, para hablarnos de lo que hay al otro lado de nuestra ceguera...
Me gusta pensar que con otros pocos como él, nace una nueva rama del árbol, una nueva especie humana que ya nunca bajará la cabeza para hurgar entre sus propios excrementos, que dejará la codicia y el dinero como aquél primer Homo sapiens dejó su lanza para pintar sus sueños en el techo de la cueva. Dentro de un millón de años los antropólogos estudiaran estas imágenes como hoy se estudian los restos de los extintos Neandertales, no les costará demasiado encontrar ese rasgo que anuncia la aparición de un hombre nuevo... y lo llamarán, Homo Sampedro.