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miércoles, 30 de octubre de 2019

VENCEREMOS PERO NO CONVENCEREMOS



Venceremos, sí... pero no convenceremos. Venceremos porque tenemos sobrada fuerza bruta, pero no convenceremos porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitaremos algo más que tener razón... a estas alturas me parece inútil pedir que se piense en España.

(Unamuno y yo)







No son estos malos tiempos para tender trampas, trampas de todo tipo. No son estos que corren malos tiempos para sembrar miedo, miedo a no saber lo que nos espera mañana mismo, miedo a no saber si tendremos trabajo, si lo tendrán nuestros hijos, miedo a una vejez de enfermedad, abandono y miseria, miedo por estar cada vez más seguros de que la vida de nuestros nietos va ser infinitamente peor que la nuestra.

Son estos, buenos tiempos sin embargo para, por causa de tanto miedo, dejarse llevar por el instinto y encogerse sobre uno mismo, y así, con los dientes apretados y los ojos entrecerrados, comenzar a dar por bueno lo que antes era inaceptable y formaba indiscutiblemente parte inseparable de aquello que considerábamos simplemente malo.

Hoy son mayoría los que ven perfectamente lógico que todo un Presidente de Gobierno de España, por más que lo sea sólo en funciones, se niegue a hablar con el presidente de Cataluña porque afirma saber de antemano cuáles van a ser los términos de la conversación y el resultado de esta. Son también parte de esa mayoría los que a golpe de telediario olvidan que ese presidente Torra no es más que un apéndice de un Puigdemont, que es apéndice a su vez de un Artur Mas, y que todos ellos son los apéndices de la gran bestia de dos cabezas llamada Jordí Pujol, la misma que en vivo y en directo amenazó a todo el Estado con hacerlo caer si se le seguía importunando. Tampoco son precisamente minoría los que, apoyados en tan asombroso poder de adivinación, llegan diariamente a la conclusión de que la realidad de lo que ocurre en Cataluña es la que nos regalan los grandes medios de comunicación, de que toda información alternativa a la versión oficial no es más que propaganda de "los malos" que no dudan en trucar imágenes y retorcer palabras.

Los malos, los violentos, los fanáticos, los perfectos receptores de nuestro odio... ellos... esos a los que no asiste razón alguna y que sólo merecen lo que unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tengan a bien regalarles, esos han de ser castigados. Así es más fácil enfrentarse a todo conflicto, más aún, así es como llevamos resolviéndolo todo en España desde hace siglos... o mejor dicho, casi todo... porque cuando nos cambian la Constitución durante una noche de Agosto para que los grandes Bancos cobren lo que les falta a nuestros hijos, entonces cambiamos y nos volvemos más que conciliadores y comprensivos.

Apalear a quien está obcecado y confundido, a quien ha sido engañado por nuestros-sus políticos, no va a solucionar nada ni va a hacerle ver con mayor claridad, sólo va a añadir la fuerza del martirio al torbellino de la confusión, sólo va a convocar a lo peor de nosotros mismos.

Convencer sin buscar vencidos, seducir, regresar a la seguridad de que no nos separan las fronteras sino el largo de la fusta de nuestros sátrapas. Señalar a los fantasmones que cubiertos con yelmos oxidados prometen pan y peces desde sus dorados castillos. Contarles a los cuatro vientos que la corrupción y el abuso no crecen solamente en la otra orilla del río. Demostrar que no existe España ni Cataluña si no existen con el único fin de procurar felicidad y cultura a quienes (sean de dónde sean) pisan sus piedras. Apartar pendones y banderas para hacer visible la injusticia que al contrario que nosotros, no reconoce ni límites ni barreras... y combatirla como lo que es, un mal de todos, que sin todos... vencerá (otra vez).

Miedos venden... más que venden... casi regalan... no los compren. Matan.












lunes, 7 de octubre de 2019

BIENVENIDO, JOKER...




La historia desde el principio. Sin velos ni añagazas. Con la visión del gran angular y no la de un diminuto agujero en la pared de una celda. Eso es "Joker".

Necesitamos relatos así, completos, sin zurcidos ni bodoques, y los necesitamos para ya, antes de que sea demasiado tarde, antes de que el nuestro sufra la misma grotesca amputación que todos las demás relatos, antes de que los grandes grupos de comunicación decidan (si no lo han hecho ya) que el colapso al que nos dirigimos comenzó con aquél primer loco rabioso que incendió aquella primera sucursal bancaria, aquella primera casa de apuestas, aquél primer templo a la esclavitud que hoy llamamos "oficina de trabajo temporal"...

Es muy importante que todos sepamos y hagamos saber con exactitud dónde está la casilla de salida en este juego de sociópatas que ya apunta su final, porque es necesario, porque es justo, y porque nosotros y nuestros hijos, protagonistas absolutos de la película, somos los que en mayor medida vamos a sufrir las consecuencias de lo que a falta de un giro de guión inesperado, va a reventar todas las compuertas.

Afortunadamente ha llegado "Joker" (justo a tiempo), todo un estimable, oportuno y provechoso producto comercial, pero también una magnífica parábola en la que mirarnos... una manera muy efectiva de explicarnos que Batman y cuanto representa el abnegado héroe-rico, no es una respuesta a la perversión y locura de una sociedad enferma-pobre, sino más bien la coartada perfecta de quienes moldean a martillazos nuestro magullado destino, de quienes han generado toda la perversión y la locura de esta sociedad enferma y empobrecida. Es de ver la clarividencia con que se nos explica  que el perverso ladrón que asesina sin piedad a papá y mamá Wayne no es ni mucho menos quien crea al Bruce Wayne, ese que más tarde se convertirá en el protector de Gotham... sino que ese malvado sin rostro ni apenas papel no es más que otro residuo resultante de la felíz, trabajadora, y próspera familia, y por extensión, de todo el sistema por ellos construido.

Mal momento para la crítica... son estos unos tiempos en los que no es difícil escandalizar a las personas de orden... políticos, empresarios y toda clase de animales bienpensantes se sienten señalados por "Joker", seguramente con razón, y por tanto amenazados (esa es mi ilusión). Para todos ellos, la película dirigida por Todd Phillips es claramente instigadora a la violencia, a la algarada callejera, incluso a la justificación de atentados contra toda forma de autoridad, pero sobre todo (y esto no lo cuentan) a la inquietante influencia que pueda ejercer ese Joaquin Phoenix pintarrajeado y terriblemente sonriente sobre la vida real, sobre los que siempre han sido anestesiados con una historia contada desde la mitad, justo cuando el mal sale de una alcantarilla y asesina al niño inocente.

Ahora, y gracias esta inquietante propuesta, ya son muchos más los que saben a ciencia cierta quién es "Joker", quién ha sido siempre y bajo todas sus máscaras, quienes son sus verdaderos padres, quienes y con qué intenciones le trajeron al mundo, cuáles son y cómo se fraguan los materiales que lo componen, y así, entre carcajada y sangría, pueden distinguir claramente al hombre inocente (incluso bienintencionado) que encaja resignadamente golpe tras golpe, abandono tras abandono, recorte tras recorte, miseria tras miseria, frustración tras frustración, lección tras lección... todas ellas sobre la dolorosa realidad de que sin transformarse en monstruo no hay salida, porque los monstruos no comen carne de monstruo, porque con la boca llena de sangre no es tan imposible que la vida te sonría..

Seguramente que ese "Joker" anónimo que en este mismo instante pedalea sofocado sobre un trabajo más allá de lo precario lo va a comprender todo con suma facilidad, en cuanto vea al payaso permanentemente apaleado, constantemente traicionado, y abandonado a su mala suerte se identificará con él, y a poco que conserve un pequeño pedazo de conciencia, comenzará a construir palito a palito, su primer y confortable nido allá en lo alto, donde los invisibles pueden empezar a ser visibles, donde mensajes como "Joker" resultan ciertamente incómodos y perturbadores.

Alto y claro. Lo que llega no es simplemente una crisis con sus habituales consecuencias sobre los que ya están más que acostumbrados a comerse los destrozos y el dolor provocados por las decisiones tomadas por otros más afortunados. Lo que vamos a conseguir... mejor dicho... lo que van a conseguir de tanto intentarlo, de tanto defecar sobre esta finísima capa de democracia, es una sociedad que dé por perdida toda posibilidad de resolver sus problemas por medio de lo que antes se llamó "contrato social". Si esa sociedad resignada y bienpensante comienza a sospechar que ser honesto y pacífico no sirve para nada... si esa sociedad se transforma en un mar de convencidos de que lo mejor es que cada uno solucione sus asuntos como mejor pueda... las cosas van a cambiar, van a cambiar de una manera irreversible, van a cambiar de un modo y en un grado que no podemos ni imaginar.

Ya se oyen... ya se empiezan a dejar ver las primeras disculpas de la propia industria hacia el sistema en el que vive... ya es público el comunicado de la propia Warner Bros. acerca de su nula intención de provocar en los espectadores cualquier impulso negativo contra quienes les humillan, les torturan, les expolian, les mienten, les esclavizan, les envenenan... o contra sí mismos. Suplican, mientras piden perdón, que nadie confunda de lo que se cuenta en la película con la vida real, porque lo que transforma al enfermo y bondadoso Arthur Fleck en una ensangrentada sonrisa de payaso, no existe en nuestras vidas cotidianas... añaden además sin llegar a decirlo, que nuestra existencia puede no ser perfecta, pero que hay mundos mucho peores en los que no podríamos pagar los diez euros que cuesta la entrada de su próxima gran producción.

Y con la nueva producción, otra historia que no arrancará desde el principio, sino desde la mitad, desde su mitad... otra historia que cuando se dé la extraordinaria circunstancia, hablará de nosotros, pero no comenzará en aquél punto exacto donde un español con diez hijos veía morir a nueve de miseria y enfermedad porque el cacique local le pagaba con media hogaza de pan cada jornada de doce horas de siega... no partirá del momento preciso en que ese español intentaba escapar de su infierno trabajando para sí mismo y se enfrentaba al propietario de la tierra que le imponía un alquiler de tres cuartas partes de la cosecha más la mitad de ese cuarto restante por semillas y la reparación de la herramienta. Ese y no otro, es el primer capítulo de la historia que llaman Guerra Civil Española... por más que nos la cuenten como se cuenta ahora... comenzando cuando el baño de sangre y furia les iguala a todos, cuando la refriega y el humo de la batalla hacen de todos los rostros uno sólo, convirtiendo lo que es pura lucha de supervivencia entre víctimas y victimarios en otro cuadro de Goya, en otro falso duelo a garrotazos, en una mentira infinita mal llamada "guerra entre hermanos".

Bienvenido sea "Joker"... porque llega en el momento preciso... porque este nuevo Joker ya no es un ingenioso absurdo sin principios, porque no es solamente la oscura antítesis necesaria de todo campeón de la razón y el orden... este nuevo Joker es mucho más sencillo... es el resultado final de un mundo sin nada a lo que agarrarse para seguir cuerdo, un mundo que no contento con resquebrajarse, se empeña en caer a pedazos, pedazos de bordes muy afilados, que como todo lo afilado no tiene más remedio ni destino que hacer manar sangre.

Es casi un improbable... pero que no pase. Que Joker no se haga carne... si no se ha hecho ya. Que no sea este invierno en el que llueva el convencimiento de que mejor terminar con todo en una selva sin cercas que seguir durmiendo mojado en un callejón... porque si eso llega a ocurrir, si el residuo humano se acumula y el "nada que perder" se hace ley...

La historia de la catástrofe, la nuestra, la de Joker, todas y cada una... comienza, no cuando comienza el desastre, sino cuando todo está en calma y nada pasa... ese es el principio.