"La peste" es una novela.
"La peste" (Albert
Camus - 1947) es el título de una obra clave en la literatura del siglo
XX, y cuenta la historia de una ciudad azotada por una terrible plaga. También
es la historia de los que luchan contra ella, de los que observan impávidos sus
terribles efectos, de los que toman partido aún a costa de sí mismos, de los
que arrastrados por la corriente, cierran los ojos ante la desgracia ajena...
incluso ante la propia.
Memorables y estremecedoras son
las imágenes de como las ratas, gordas y brillantes, emergen desde lo
profundo, abriéndose paso, escarbando trabajosamente a través de la
tierra, hasta llegar a la superficie para morir y cubrir las calles, para sembrar
la muerte entre los que hasta entonces, disfrutaban de sus felices y
despreocupadas vidas. Entre sus líneas se puede percibir la sensación de
angustia, la soledad y la desesperanza... la amenaza de ese enemigo invisible
que sin ser visto, casi puede ser palpado.
En casi todas sus páginas hay al
menos una pregunta, una de esas que siempre creemos poder responder, pero cuya
respuesta siempre olvidamos.
¿Es "lo necesario" el
señor de todas las cosas? ¿"Lo necesario" debe predominar ante lo
"lo intolerable"? ¿Nada está por encima del fin último, y así pues, el
medio no importa? ¿Y si huyendo del desastre, la consecución de ese fin implica
la destrucción misma de lo que somos?
"La peste" es toda una muestra de lo que nos compone, de cómo los hombres se
enfrentan al absurdo,
al mal que toma las riendas cuando los ciudadanos de bien quedan dormidos, a la
evidencia de que la vida no responde a regla alguna, ya que para bien o para
mal, la única esperanza está en nosotros mismos. Pocos autores han conseguido
lo que Camus, pero son menos aún los que han hecho de una simple novela, una
clara advertencia: "Todo esto ocurre por nosotros... porque nuestra falta
de voluntad así lo quiere"
La peste es una
enfermedad.
Es una afección
infectocontagiosa causada por la
bacteria Yersinia
pestis, que afecta tanto
a animales como a humanos. Es tal vez la más antigua, agresiva, y
potencialmente letal de las enfermedades bacterianas.
Las primeras referencias sobre la
peste corresponden casi a la más pura leyenda, varios miles de años antes de
nuestra era, siempre en forma de terribles maldiciones, dioses vengativos,
plagas bíblicas...
No deja de ser curioso que el
brote de peste mejor documentado de la historia esté relacionado con
lo que fue el primer intento de
guerra biológica… Primera mitad del siglo
XIV, en la península de
Crimea (ribera norte del mar Negro), durante el asedio de
la ciudad Caffa, año 1340.
Varias tribus mongoles (
tártaros),
junto a sus aliados venecianos, se enfrentan a los todopoderosos
genoveses, y estos, ante el empuje enemigo, se ven obligados a refugiarse en el
interior de la vecina ciudadela. Entre los que cercan Caffa, se produce
entonces un severo brote de peste, y al poco, comienzan a morir los primeros
hombres. Los cuerpos son desmembrados, y sus restos, catapultados por encima de
los muros. Los efectos de tal estrategia resultan devastadores entre los
asediados, y apenas una semana después, la ciudad se rinde.
La mayor parte de los genoveses
son ejecutados, los supervivientes expulsados y despojados de todo, tan sólo
conservan los barcos que les llevan hasta Constantinopla, Sicilia... pero los portadores de la enfermedad no fueron los hombres... fueron
las ratas.
La noticia de que aquellos
genoveses llevaban la “negra” consigo corrió más rápido que el propio viento.
En la mayor parte de los puertos ni siquiera se les permitía poner pie en
tierra, más aún, cuando se descubría que incluso las cubiertas de las naves
estaban repletas de cadáveres y hombres enfermos.
Pero todo fue inútil, nada
podía evitar que al aproximarse a los muelles, algunas ratas alcanzaran tierra
firme, que las pulgas cargadas con sangre de esas ratas transmitieran la
enfermedad por toda Europa, reduciendo la población del viejo continente a casi
un 50%, y produciendo así, la mayor
crisis demográfica de la historia.
En poco más de un año, muchas
ciudades quedaron desiertas, sus campos desolados, los mercados vacíos,
infinidad de cadáveres se pudrían en las calles… y como describe Camus en su
novela, la peste no sólo mata los cuerpos, mata también lo que nos hace
hombres.
Se produjo entonces la mayor
catástrofe de todas las posibles, la corrupción interior, la cara más oscura de
aquella pandemia, la perdida de toda humanidad, de toda conciencia…
El miedo al contagio se convirtió
así en algo mucho peor que la enfermedad, y muy pronto tomó cuerpo en sus más
variadas formas: especulación, superstición, egoísmo, desconfianza, fanatismo
religioso, odio, desesperación… Las víctimas pasaron a formar parte de la
terrible amenaza, y los más castigados, los que todo lo habían perdido se
convirtieron de pronto en los culpables de aquel horror.
Pero la peste es esto
también.
La infección arraigada en lo más
profundo del sistema político y social de un país donde nada es ya lo que
parece, un país donde la anemia ético-congénita ha favorecido la muerte de
todas y cada una de las instituciones del estado, un país donde incluso los más
altos órganos de la justicia arden, un día sí y otro también, a manos de
perfectos pirómanos y delincuentes.
El escándalo que supone que
Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial, utilice dinero
público para sufragar sus lujosos viajes personales, bastaría para que en
cualquier otro país se produjera un terremoto de magnitudes inimaginables.
En el resto de Europa un
vicepresidente de gobierno dimite porque su hija consigue un crédito a un
interés algo más bajo de lo habitual...
En el resto de Europa se dimite
porque alguien paga con la tarjeta del partido una bolsa de comida para el
perro...
En el resto de Europa de dimite
por haber copiado en un examen de la universidad...
En España, cuando una mancha afea
el escenario, se cubre con otra mancha más grande, incluso más oscura...
Fernando de Rosa ha sido nombrado
recientemente presidente en funciones del ya denostado Consejo General del Poder
Judicial, y cuando ni siquiera se ha enfriado las ascuas dejadas por el
anterior presidente, aparecen las cantidades que los vocales de dicho organismo
han gastado en sus exclusivas vacaciones con cargo al erario público, y se
descubre algo realmente curioso… todas esas cantidades doblan cuando menos, a
las que arrancaron a Dívar de su puesto.
Esta vez no son las ratas… esta vez es la peste, esa infección
sistémica que permite que un hombre como Fernando de Rosa haya tomado en
el 2011 un par de aviones a la Patagonia (cuyos
billetes cuestan 3.500 euros) para participar en una sola conferencia
sobre “modernización del sistema judicial”… la misma patología que autoriza al
propio Dívar a gastar 40.000 euros
en un esplendido viaje de 15 días a tres países de Latinoamérica (Colombia,
Panamá y República Dominicana) acompañado por cinco asesores. (Todos ellos
fueron en preferente a cambio de 5.500 euros por cada billete de avión)
…Y esto dentro de la más
escrupulosa legalidad, con absoluta naturalidad, tal y como una bacteria ejerce
su función y corrompe todo cuanto toca. Es la ética del insecto, o lo que viene
a ser lo mismo, la falta absoluta de toda ética que pudiera cuestionar la
satisfacción de las propias necesidades.
Si has llegado hasta esta coma, si no
has quedado estragado con tanta inmundicia, y aunque sólo sea por curiosidad, he
aquí sólo una pequeña muestra de uno de esos “genoveses” que sin el menor
escrúpulo, pasea y transmite la
enfermedad.
Fernando de Rosa Torner, actual presidente del CGPJ, (todo un
ejemplo de lo que significa la división de poderes), magistrado y político del
Partido Popular, Secretario Autonómico de Justicia en la Generalidad Valenciana,
Conseller de Justicia y Administraciones Públicas en el Gobierno de Francisco
Camps entre 2007 y 2008, año en el que muta a vicepresidente del Consejo
General del Poder Judicial… siempre a propuesta del PP.
Fernando de Rosa fue quien acusó
al juez Baltasar Garzón de haber traspasado “la línea roja” de la prevaricación
por haber investigado a Camps dentro del caso Gürtel.
Fernando de Rosa es uno de esos
que se han hecho a sí mismos, hombre de talla, amigo de sus amigos…
Esta es la carta que en 2003 de
Rosa, durante su etapa como secretario de Justicia e Interior en Valencia,
envió al director general de Integración del Discapacitado… en la que pedía que
se colocara a una persona “amiga” de su mujer y “miembro del PP”.
Fernando de Rosa Torner, presidente del Consejo General del Poder Judicial, es quien firma esta vergüenza, y aún así, no podríamos decir que es el
asesino de la democracia, ni del estado de derecho, ni de nuestro
sistema de libertades siquiera… pero sí uno de sus más abyectos cómplices. Porque quien firma esta carta,
se preparó como juez al lado del ex presidente del Tribunal Superior de Justicia
de Valencia, Juan Luis de la Rúa, juez conservador que fue convenientemente sacado del caso
Gürtel y de quien Camps dijo ser "más que amigo".
Quien firma esta carta fue
propuesto en el 2008 por el entonces presidente del Gobierno José Luis
Rodríguez Zapatero y el entonces líder de la oposición Mariano Rajoy. Juntos
acordaron colocar a Dívar como presidente y a De Rosa como vicepresidente en el
CGPJ, y eso le costó a Zapatero una verdadera revuelta por parte de los vocales
progresistas por la escandalosa “derechización” que suponía el nombramiento de
Fernando de Rosa.
Quien firma esta carta clamó públicamente
y propuso someter a una comisión a Ricardo Cabedo, fiscal jefe de Valencia, por
acosar injustamente a varios alcaldes valencianos del PP supuestamente
vinculados a presuntos delitos urbanísticos.
Quien firma esta carta no fue uno
de los vocales que solicitaron la dimisión de Dívar tras la denuncia de José
Manuel López Benítez por malversación de fondos públicos. Quien firma esta
carta fue más allá y solicitó la dimisión del denunciante por “deslealtad”.
Quien firma esta carta apuesta firmemente
por la rebaja de la edad penal a los 12 años…
Quien firma esta carta es el
substituto elegido para reemplazar al señor Carlos Dívar, primer presidente de
Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo que dimite por… “por sufrir una campaña cruel e injusta contra
su persona”
Quien firma esta carta es una
nueva dosis de peste administrada por
vía intravenosa en el organismo judicial… zumo de rata (sin azúcar) para este
sistema moribundo.
¿Qué día del santoral pudo haber
nacido alguien así? Vaya usted a saber… pero seguro que es cáncer.
Somos esa magnífica novela de
Albert Camus, somos sus personajes, pero nuestras páginas parece que nunca
acabarán.
En esta ciudadela, los más ricos
sólo hablan de austeridad, los culpables de justicia, los reyes de igualdad, la
iglesia de sexo… mientras los demás callamos.