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jueves, 27 de junio de 2019

CALLE, CALLE, CALLE...



Y tras tantas batallas con sus correspondientes columnas de humo, tras sucesivos triunfos y derrotas, tras ver cómo se pierde lo que juraríamos haber conquistado para siempre... fin de ciclo, eso parece... pero sólo para volver a comenzar exactamente por donde lo dejamos.

Para comprender el bucle en el que habitamos no es necesario retroceder demasiado en el tiempo. Si nos atenemos a los cambios producidos años después tras aquél 15 de mayo de 2011 y a los miles de manifestaciones que trajo consigo, podríamos decir que las protestas en las calles, las innumerables movilizaciones a lo largo y ancho de todo el mapa... no sirvieron para gran cosa.

Todavía recuerdo las conversaciones repetidas mil veces durante el camino de vuelta a casa tras cualquiera de aquellas largas caminatas, el desaliento con que se decía que aquello era inútil, que al día siguiente nada iba a cambiar, que tanto grito y tanta gente eran poca cosa ante las imponentes fachadas de piedra de los ministerios de la corrupción y la indecencia, que en vista de lo visto, había que pensarse si se volvería a la próxima... pero se volvía. Y se volvía como si en el anterior intento se hubiera conseguido algo importante, algo trascendente que había que defender con uñas y dientes de los que todavía insistían en la lucha contra el asiento hundido de su sofá.

Entre aquellos recuerdos, no todos agradables, uno muy reconfortante, el de sentirse realmente parte integrante de algo mucho más grande que uno mismo (eso reconforta al más cetrino)... la sensación más o menos clara de que sirviera o no sirviera para algo tanto dolor de pies, se hacía lo correcto, se avanzaba (aún con paso de tortuga) hacia alguna parte.

Pasó un tiempo, y cuando desde la política más trasnochada del PPOE más se reprochaba aquella "antidemocrática" forma de pedir verdadera política y más democracia, cuando otra vez, tras haber albergado multitudes parecía que las calles volvían a quedar vacías, el mensaje comenzó a quedar allí, anclado a las farolas, esperando la siguiente manifestación, rebotando contra los edificios, resonando en las conciencias... hasta que un día, el menos pensado, todo aquello que aparentemente no tenía cuerpo, lo encontró... y la indignación tomó forma de partido, y los votos al PPOE comenzaron a bajar hasta quedar en la mitad, y los ayuntamientos más importantes comenzaron a ser conquistados por primera vez por quienes no llevaban treinta años comiendo del pastel. Parecía que los millones de personas indignadas que llenaban las plazas habían conseguido algo al fin, que su mensaje ya era alto y claro, imposible de ignorar... y tanto fue así que fue atendido, y no de cualquier manera, sino con especial atención.

"Si no os gustan estos partidos... tenemos otros" nos dijeron (y aún nos dicen)... y como siempre, y sobre todo con las cosas que hacen daño... cumplieron su palabra. Nuevos partidos, para todos, sea cual sea el pie con que se cojea, de izquierda, derecha o centro, cada uno con su madeja... una madeja enorme con hilo de sobra en el que enredar al más pintado, al más honesto, al más villano... incluso al más desmadejado. Y lo compramos, o al menos aceptamos el regalo. Y así ahora tenemos otras opciones, otras maneras de que sea imposible librar al país de la siniestra mano negra de la Iglesia, otras maneras de impedir que avance la desigualdad, otras maneras de cortar toda forma de participación democrática que no sea votar cada cuatro años a una lista escrita por otros, otras maneras de pervertir la justicia, otras maneras de destruir la educación y la sanidad pública, otras maneras de mantener a los partidos políticos en su función de sátrapas al servicio de los amos y nunca en su función de servidores del pueblo... y en la cima de lo perverso, otras maneras de que, a través de pactos secretos y miserables, la voluntad de los pacientes votantes se parezca cada vez menos a los resultados electorales.

No ha estado mal el viaje, ha sido rápido, ha sido entretenido... aunque un poco caro... mejor dicho... extremadamente caro.

El billete ha costado casi diez años e incontables festivales de dolor en los barrios de los de siempre, en las calles de los de siempre, en las casas de los de siempre y en las espaldas de los de siempre. Se ha pagado con un regreso a las calles vacías, a las palabras vacías, a las frases vacías, a las propuestas vacías, a las cabezas vacías... y a los sillones llenos de diputados por Burgos que nunca han estado en Burgos, a los calabozos llenos de tuiteros, a los ayuntamientos llenos de fascistas, a las comisarías llenas de nostálgicos franquistas, a la izquierda en su versión más plena de ídolos de barro y estrategias cainitas, a los programas electorales llenos de viento y llenos de mentiras... a todo lo que creímos muerto y enterrado y que ahora sale de sus tumbas mano alzada, pecho duro, mirada al frente, como si estrenara la vida.

Feo paisaje el que se divisa, pero por muy feo que parezca... en realidad es peor.

Es peor porque ante este escenario "democrático" que nunca dejó de ser una amable mentira, se abre un abismo, y no otro suelo sobre el que seguir bailando al son del día a día. Bueno habría sido salir de este esperpento y comenzar otra obra de mejor guión y mayor altura, no habría sido mala cosa recomponer el entarimado y repartir de nuevo papeles de acuerdo a los nuevos tiempos, volver a poner a la venta los viejos éxitos del pasado y construir sobre ellos algo un poco más verdadero, algo un poco más soportable, unos discursos un poco más creíbles y unos rostros un poco más humanos.

Pero no.

Lo que hoy tenemos es la peor versión conocida del desencanto, un enorme sumidero por el que más pronto que tarde pasarán todas la esperanzas y serán tragados sin remisión esos pocos héroes que aún ahora mismo combaten en las catacumbas de sus partidos y se debaten entre seguir luchando por reconducir lo irreconducible o salir corriendo.

Lo que vamos a tener es mucho peor. Lo que vamos a conseguir... mejor dicho... lo que van a conseguir de tanto intentarlo, de tanto defecar sobre esta finísima capa de democracia es una sociedad que dé por perdida toda posibilidad de que sus problemas se puedan resolver por medio de lo que antes se llamó "contrato social"... y si esa sociedad buenista y bienpensante comienza a sospechar que no hay nadie al volante y cunde el pánico... y si esa sociedad se transforma en un mar de casi convencidos de que lo mejor es que cada uno solucione sus asuntos como mejor pueda... y si ese "casi" desaparece y se convierte en un "completamente"... las cosas van a cambiar, van a cambiar de una manera irreversible, van a cambiar de un modo y en un grado que no podemos ni imaginar.

Cuando María y Manuel, madre y padre de tres hijas, estén completamente seguros de que la salud o la universidad de las niñas ya no depende de que gobierne este o aquél partido y de que toda posibilidad de cambio en su vida consiste en ir de mal a peor y de peor a la miseria... Manuel y María, contra todo lo que pudieron pensar un buen día, llegarán a ciertas conclusiones. Tal vez una de ellas sea que en vista de que sus dos sueldos no llegan, necesiten buscarse la vida en casa ajena de algún barrio rico... tal vez otra sea la posibilidad de preguntar a su cuñado por uno de esos "trabajos especiales" de apenas una noche y un viaje con furgoneta... tal vez ese trapicheo del que le ha hablado un colega.

Es entonces, al evaporarse el entarimado que se pisa sin que nadie instale otro siquiera parecido... al quedar sólo un gran vacío... cuando surgen los monstruos... los verdaderos... los que una vez que aparecen cuesta ríos de años, sangre y dolor devolver a sus tinieblas.

Que me equivoque... que no sea...

Tras el golpe necesitamos sacudir la cabeza, limpiar las lágrimas y aclarar la vista para caer en la cuenta de que la política, incluso la buena política, no es más que el escenario sobre el que representar nuestro papel de pricipalísimo protagonista y no este triste empleo de figurante sin derecho a bocadillo. Tenemos que ser responsables de nuestras decisiones y tomar el centro del circo, y sin apuntadores salvapatrias que nos dicten el guión, aprender a hablar por nosotros mismos. Debemos renegar de líderes indiscutidos e irreemplazables. Hemos de aprender a sentirnos más indignados con nuestros votados que con sus opositores cuando se incumple lo firmado, porque es con ellos con quienes suscribimos el sagrado contrato del voto y es a su ventana donde primero hemos de acudir a reclamar lo prometido.

Necesitamos aquellas calles, aquellos locos, aquellos frikis, aquellas misas negras frente a lo irremediable... necesitamos plazas repletas de descontento y de fe en lo imposible... muchachadas libres de todo prejuicio y de todo liderazgo... nuevos métodos, nuevas formas de protesta y autodefensa, estrategias más acordes con los tiempos, algo que el sistema no asuma con tanta naturalidad... algo, que si no muerto, deje al menos dolorido al estado del malestar... no dejarnos la vida con la obsesión de saber lo qué se quiere ni de estar en lo cierto... pero por encima de todo, debemos perder el miedo a equivocarnos más, y no por simple cabezonería... sino porque esa es la única manera de equivocarnos mejor... que es casi como acertar.

Al fin y al cabo, para eso hemos venido al mundo, para fallar, para descabalar, para fracasar, para encontrar la manera 1001 de como no se deben hacer las cosas... y así un día cualquiera, al tropezar con la raíz, darnos de bruces con la solución.

Por eso mismo, porque aquella protesta fue un fracaso, es por lo que necesitamos más protestas fracasadas... por eso mismo, porque aquellas movilizaciones masivas no han servido para nada, es por lo que necesitamos movilizarnos masivamente cada mañana... errando y errando... y hasta dar en el clavo.

Y que dure mucho nuestra torpeza... que no acertemos en el centro de la diana demasiado pronto, porque mientras templamos el pulso, mientras caemos y nos levantamos, mientras buscamos, mientras recogemos los pedazos, y mientras creemos que algo es casi imposible, es cuando más somos nosotros mismos... es cuando somos mejores.







Calle, calle, calle...


martes, 25 de junio de 2019

OLVIDAR ES MORIR



Está escrito y demostrado que el futuro no existe, que no lo puedes ver porque aún no ha llegado... que el presente tampoco existe porque mientras lo nombras se escapa y deja de ser presente... que así pues, sólo existe el pasado, eso que sí podemos ver y tocar y deja rastro... algo tan firme y real, que no se conoce material más sólido sobre lo que edificar.

Imaginemos que un gran borrador de memorias pasara sobre nuestras cabezas mientras caminamos por la calle. De repente, el dar un solo paso ya no tendría el menor sentido, nadie recordaría para qué se levantó esa mañana de la cama, para qué salió de casa, ni siquiera cómo volver... seguiríamos respirando, tal vez.

Somos lo que recordamos, más exactamente, somos la impronta que marcan nuestros recuerdos, y no tanto el resultado de las experiencias que construyeron esos recuerdos. Así pues, sin ellos no somos nada, somos páginas sueltas en blanco a merced del viento y del primer desalmado que las reescriba, somos desconocidos perfectos que no saben a dónde van ni de dónde vienen, muertos en vida que no reconocen ningún rostro, que no tienen otra que permanecer muy quietos y esperar morir, seres muy cerca de ser cosas y sin lo suficiente para diferenciarse de lo inerte.

Imaginemos ahora que en lugar de limitarse a unos pocos, el tratamiento de borrado se hiciera sobre a una sociedad entera, esta quedaría exactamente en la misma situación, tan muerta como el individuo sin memoria, tan mutilada como él, igual de desorientada, igual de incapaz de saber de dónde procede, hacia dónde quiere dirigirse y para qué.

Para una sociedad, perder la memoria es más morir que la muerte misma, es el vaciado completo de eso que nos distingue de un motor de combustión, es convertir lo que fue humano en un montón de vísceras unidas entre sí por la fuerza de la costumbre... pero sin el menor sentido.

¿Qué es la memoria después de todo, sino la manera más real de decir "estoy vivo"?

Hoy nos dicen que muramos, que la mejor manera de cerrar heridas es morir, o lo que es lo mismo, olvidar... que reabrir viejas fosas en vertederos y desguaces no nos va a hacer más libres, más dueños y conscientes de nosotros mismos, que los huesos de quienes allí descansan no son los nuestros, que son de nadie, de nadie que merezca la pena recordar.

Hoy nos recogen entre sus cálidos brazos y nos regalan una ley de memoria para que podamos recordar, y así comprendamos mejor lo mucho que muy pronto vamos a necesitar otra ley para respirar, otra para amar, otra para no odiar, otra para pensar, otra para dormir, otra para despertar, otra para dar las gracias y otra para parar.

Hoy desfilan de nuevo entre nosotros aquellos que inocentemente creímos dormidos, pero que están despiertos, despiertos y recogiendo a dos manos la cosecha de ignorancia y complacencia que han sembrado durante tantos años a la sombra de nuestra tolerancia, de nuestros buenos modos, de nuestro volver la cara.





Hoy los hijos de aquellos golpean las puertas, y no golpean como el que llama, golpean para derribarlas. Pero ni así les reconocemos, ni con todas sus garras, y no porque nos falte valor ni seso, sino porque hemos olvidado quienes son y cuales son sus nidos, sus ramas, sus armas.

Ojalá fuera cierto... ojalá olvidarlo todo fuera el mágico ensalmo que detuviera las bombas que siguen cayendo cada día sobre los mismos inocentes y los mismos lugares, ojalá olvidando la vida de tantos se volviera digna y ya no hubiera en España ese niño de cada cuatro que no cena nunca, o ese otro de cada tres que no tiene un segundo par de zapatos... ojalá olvidando desapareciera esta justicia envilecida, esta monarquía parásita, esta necrófila dictadura de partidos cuajada de sociópatas electos... ojalá terminara de una vez este homenaje sin fin a todo lo inútil y lo abyecto... ojalá todo el sufrimiento y la injusticia de los últimos ochenta años sirviera para algo y no sólo se acabara la guerra, sino que dejase de celebrarse la victoria.

Hoy nos juran y perjuran que lo mejor es olvidar, que es tanto como decirnos que lo mejor es morir.

Tal y como aquellos oscuros legionarios de Millán Astraid le gritaban a Unamuno... tal y como hoy mismo le siguen gritando: "¡Viva la muerte!".

Tal y como él les respondía, preguntando con el alma encogida: "¿Muera la vida?"











martes, 18 de junio de 2019

ODA A ADA



Alguna vez en alguna parte leí algo sobre alguien que aseguraba haber cruzado varías veces el océano Pacífico en una pequeña canoa.

Contaba que con una pequeña vela, un bote de plástico, un simple remo, y una vez se aprendía a pescar y a conseguir la suficiente agua potable, uno podía resistir durante meses mientras se dejaba llevar por las corrientes que indefectiblemente lo arrastran todo de una orilla a otra. El mayor problema, señalaba, eran las tormentas. Casi sin previo aviso, montañas de agua enfurecidas se elevaban por todas partes, llegando desde todas direcciones y con la única misión en este mundo de hundirte en lo más profundo y cuanto antes.

Lo más interesante de su relato llegaba cuando describía cómo su miedo y desesperación, en el preciso momento de verse perdido, cambiaba por algo bien distinto. Sin saber cómo, cuando las inmensas olas se abalanzaban rabiosas dispuestas a matarle, algo dentro de él y fuera de él, se transformaba. Su cuerpo y el agua decidían de repente cambiar el trato, y la misma fuerza que antes se empeñaba en hundirle, ahora se empeñaba en mantenerle a flote. Ya no tenía que hacer demasiados esfuerzos por permanecer en la superficie, lo complicado era sumergirse, y así, asombrado por aquella extraña magia, se veía a sí mismo permanentemente encaramado a la cresta de las olas que antes amenazaban con aplastarle, contemplando desde lo más alto el estremecedor espectáculo de los rayos iluminando aquellas oscuras y cambiantes cordilleras. Cuando la tempestad amainaba casi lo sentía, entonces desplegaba de nuevo su pequeña vela, vaciaba de agua su pequeña canoa, bebía la lluvia que había recogido, y continuaba plácidamente su travesía.

Un simple aficionado... nada comparado con la travesía de Ada Colau en Cataluña... porque para olas asesinas, esas rabiosas tempestades nacionalistas, esas enormes masas de banderas con sus pequeños monigotes ondeando al viento y aferrados a su palo. Ya me habría gustado a mí ver a ese pobre pisacharcos bregando durante cuatro años entre dos orillas atestadas de tarados que juran ver cada día doradas líneas en el suelo... dudo mucho que hubiera sobrevivido cuerdo a este sórdido e ininterrumpido aquelarre de chorizos confesos arropados con sus correspondientes trapos de colores, con sus santos, sus mártires, y sus escuadras de tambor.

El océano en el que navega Ada Colau es de todo menos pacífico, es más bien un océano de inmundicia, de inmundicia con aspecto de un 3% que lleva marcando el mapa político, no ya de Cataluña, sino de toda España, desde hace cuarenta años. Todo ha girado en torno a ese siniestro porcentaje, sus invisibles raíces se han aferrado a esta tierra y lo han emponzoñado todo, han envenenado las instituciones, han convertido el país entero en una red de silencios debidos, en una infinita cadena de complicidades, o como el Propio Jordi Pujol dijo durante la pasada Comisión de Investigación (yo no podría describirlo mejor)... somos un viejo árbol cargado de ramas y nidos que no hay que agitar, porque si lo hacemos, correremos el riesgo de que todo el árbol se venga abajo... desde su corona podrida hasta las mismas podridas raíces.








De modo que eso es Ada Colau, un ser extraño a esa enfermedad, y por tanto, alguien ajeno a sus silencios, a sus podredumbres, y a sus abanderadas cortinas de humo... alguien que ha de ser apartado de la escena cuanto antes y por los medios que sean precisos... incluidos los grandes grupos de comunicación, incluidas las hordas de mermados mentales que a cada poco son convocados para encubrir la escandalosa corrupción de una y otra orilla.

No serán muchos los que aún recuerden cómo llegó hasta este circo de monstruos... serán incluso menos todavía los que conserven a aquella desconocida joven que al calor de las llamas de una explosión conocida por 15M, alcanzó el centro de la pista... a la intrépida activista antidesahucios que allí, con todos los focos encendidos, recibía de manos de la presidenta del Parlament, Nuria de Gispert, el premio "Mercé Conesa",  galardón dedicado a los que luchan contra las leyes injustas (que ella y el Parlament se negaban y aún se niegan a cambiar). Era de ver el rostro tembloroso y mofletudo de Artur Mas mientras le cantaban las vergüenzas a la cara... aunque en realidad no se vio nada, porque TV3 censuró el acto y no lo emitió ni en vivo ni en directo. Seguramente el bueno de Artur pensaría en aquél momento que al fin y al cabo era sólo un corto y amargo trago, que al día siguiente podría mandar a sus mossos de escuadra para que apalearan debidamente a aquellos pobres de mierda al intentar parar el próximo desahucio.









Desde entonces ha pasado mucho, la joven activista se decidió, tras opulentas y variadas ofertas, a implicarse en la "gran política" y terminó como alcaldesa de Barcelona justo en el preciso momento en que la revolución de derechas que representa el llamado "procés" más temperatura alcanzaba. Muchos dirán que ha sido mala suerte para Colau, pero yo empiezo a opinar lo contrario, nada como esta constante batalla entre locos rojigualdos y estelados para curtir a la joven activista y convertirla en una política a prueba de balas.

También pudiera ocurrir que, como estuvo a punto de suceder durante su pasada investidura, la figura se nos quiebre por efecto de la enorme presión a la que a partir de ahora va a ser sometida... sirva de ejemplo la multitud de psicópatas que la esperaban en la calle para llamarla "puta, zorra, y guarra"... mientras que aplaudían con admiración a quienes no hace mucho, limpiaban las espesas babas de Jordi Pujol durante su comparecencia en la comisión de investigación.



















Es lo que hay, me temo... y es lo que va a haber durante largos años... tantos como dure la permisividad del españolito medio con respecto a la corrupción y el nacionalismo, lacras donde las haya... engrudo mental que impedirá toda transformación social a golpe de banderazo y forofismo de partido.

Tiempos oscuros llegan, no hay más que abrir la ventana para verlo... para comprobar la absoluta necesidad de una urgente reorientación de la izquierda, de sus conceptos, de sus líderes, de la forma y la función de esos liderazgos, y de sus modos de conectar con las grandes masas de damnificados que esta revolución de derechas va dejando a su paso. En la medida que esto se consiga la travesía será más o menos larga, puede que terminemos hundidos en lo más profundo o puede que nos mantengamos en la superficie, pero tengo el presentimiento de que a pesar de todo, estamos hechos para flotar.

Tiempos oscuros llegan, pero como todo, pasarán y dejarán espacio a algo mejor de lo que tenemos... será con personas como Colau o similares, personas no perfectas, con infinitos defectos, pero con voluntad de ser honestas, y con eso bastará.




sábado, 15 de junio de 2019

PRENSA DE MIERDA (PARTE MMCLXIII)



Esta puta manía de los medios de publicar la mitad de una noticia un día... y la otra mitad a la semana siguiente... y es que claro, uno no coge el hilo, y así no hay quien se entere de nada.










Con lo bien que lo hacen a veces... todos juntos... a la vez... como un solo siervo... como Dios manda.








RIVERA Y SU PELO DE COÑO


No es algo malo en sí mismo, puede llegar a ser incluso saludable... todos tenemos nuestro particular pelo de coño... ese pelo de coño que según el refranero popular tira más que un carro de bueyes (y ya es tirar)... ese pelo de coño que como cable de acero nos ata, nos obliga y atrae de tal manera, que toda duda, toda conveniencia, y toda costumbre queda en nada... ese pelo de coño que se aferra a nuestra más íntima naturaleza y nos arrastra hasta donde jamás pensamos que alguien se dejaría arrastrar.

En el caso de Albert Rivera la cosa pasa a mayores y sobrepasa incluso la medida que los más pesimistas le pronosticábamos... porque el caso de Rivera es especial, al menos en lo que a sociópatas electos se refiere.

Recordemos, ahora que aún podemos, a aquél joven apuesto, locuaz y prudente que no hace mucho arrebató a Iker Casillas el puesto de "yerno de España"... recordemos su saber estar y su aplomo al bregarse en dura pugna durante las fangosas sesiones del Parlament de Catalunya... recordemosle casi siempre victorioso contra aquél delirio nacionalista periférico que daba por catalana de pura cepa a Santa Teresa de Jesús, o catalán de pro al mismísimo Cristobal Colón, o que situaba la milenaria y misteriosa Tartessos en el mismo centro de Tarrasa (y todo eso para demostrar que el suelo que se pisa pertenece a unos y no a otros). Aquél Rivera encandilaba sin esfuerzo (y sin programa) al graderío de la política española con tal facilidad que apenas si necesitaba repetir sus alegatos en defensa de la unidad de la patria cuando algún impertinente le preguntaba por chorradas como pensiones, paro, o modelos industriales... ya lo hacían los grandes medios por él.

Recordemos también sus iniciales autoproclamaciones como colono y gran maestre de la nueva política, como adalid de la regeneración del sistema, o cuando más hiperventilado parecía, como gran esperanza blanca de un extraño bicho negro llamado "partido de centro-izquierda". Les juro que fue así.

De aquél Rivera no queda nada... o mejor dicho... es como si nos lo hubieran cambiado por su primo... un Primo de Rivera. Un nuevo-viejo muñeco, que parece el mismo, pero de carácter más amargo, más sudoroso, más rabioso, menos práctico. Este Primo de Rivera ya no mea colonia ni en privado, muy al contrario, ahora parece obsesionado con marcar su territorio en praderas alejadas de las que se supone debía ocupar... este Primo de Rivera ha renunciado a todo, al centro-izquierda, al centro mismo, al liberalismo, e incluso al puesto de copiloto que los amos de todo le tenían reservado junto a Pedro Sánchez, para tras adecuado rodaje, convertirse a la postre en el futuro y modernísimo líder que este país necesita para afrontar los desafíos venideros... este Primo de Rivera ha salido de las sombras y prefiere plantarse cara al sol, porque cara al sol es donde más cómodo se encuentra, porque cara al sol es ese lugar al que le arrastra ese pelo de coño al que le es imposible oponer resistencia.




He de ser justo... tal vez le exijo demasiado... tal vez aquellos que lo parieron le piden que sea lo que no puede ser. Demasiado ha pasado el pobre Albert para no vestir su traje de falangista una sola vez en público e intentar rellenar la pantalla para que no se vieran los asientos vacíos de cada bolo... el vacío de un algo que nunca ha sido un partido político sino más bien un bancario, carísimo y mediático buñuelo de viento electoral sin nada dentro, sin estructura, sin cuadros, sin afiliados, sin un mínimo rebaño de fieles que sumen más de seis adultos y cinco niños en toda una apertura de campaña nocturna y en un lugar elegido, como el castellano pueblo de Pedraza.






Pero ya todo esto es pasado... el futuro es lo que ahora preocupa a nuestro Primo de Rivera, un futuro en el que sólo cabrán los valientes más derechitos y los que se dejen mantener a raya... un partido despiadado, moderno y sin complejos... un partido con unas fauces lo bastante poderosas como para devorar a esas dos restantes partes de lo que junto a Ciudadanos nunca ha dejado, ni dejará de ser, el gran partido de la ultraderecha española... unas fauces tal vez lo suficientemente grandes, como para terminar devorándose a sí mismo.






miércoles, 12 de junio de 2019

ALMONTE... ASAMBLEA DE MADRID... TAN LEJOS... TAN CERCA


Almonte es otra vez el escenario, pero bien podría ser otro cualquiera, uno de esa infinidad de agujeros negros sin luces (ni ganas de tenerlas) arrasados por el paro y el fracaso escolar. Un pequeño gran pueblo de 22.000 habitantes situado en el sur de Andalucía, ejemplo como pocos de esa noche oscura y tormentosa de la que nos negamos a salir... plano en alta definición de nosotros mismos... magnífico recordatorio de miserias pasadas y presentes... rincón de esa vieja España que cuando no se desangra por dentro, es que está sangrando por fuera.





Y ahora imaginad que la virgen les ordenara matarse entre ellos... o peor aún... matarnos a nosotros... los que creemos que es imposible que un tocón de madera pueda hablar.






Otro escenario... o tal vez el mismo... en cualquier caso, otro no muy lejano...

Primer acto de VOX en la Asamblea de Madrid... despacho del Vicepresidente tercero, anteriormente ocupado por Podemos... descuelgan un cuadro en el que se puede leer "TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA LEY"... y lo substituyen por otro con la imagen de la desigualdad, de quien no es igual a nosotros ante la ley... de quien representa la injusticia y la impunidad institucionalizada en su grado máximo... de quien mañana podría asesinar a tu hijo a plena luz y en el mismo centro de la Puerta del Sol sin que recayera sobre él la más mínima responsabilidad penal.

La celebración en ese despacho consiste en algo muy simple... en repetir por otros medios, cambiando uniformes legionarios por trajes de Versace, las siniestras palabras que Millán Astray y sus mastines dirigieron aquel 12 de octubre contra Unamuno dando vivas a la muerte.

Dos celebraciones, la de Madrid y la de Almonte, un sólo espíritu... idénticos rostros imbecilizados balbuceando ripios de tarado mientras se asesina todo rastro de inteligencia... porque en realidad se celebra lo mismo, y se hace con plena consciencia, a sabiendas de lo que significa el mensaje que llevan implícito... y se abre otro nuevo agujero negro sin luces (ni ganas de tenerlas) en el centro mismo de este pequeño gran pueblo de 45.000.000 de habitantes situado en el norte de África... ejemplo como pocos de esa noche oscura y tormentosa de la que nos negamos a salir... plano en alta definición de nosotros mismos... magnífico recordatorio de miserias pasadas y presentes... rincón sombrío de esa vieja Europa, que cuando no se desangra por dentro, es que está sangrando por fuera.

La próxima vez que oigamos hablar sobre la precariedad laboral, la precariedad en investigación, la precariedad judicial, la precariedad educativa, la precariedad política, la precariedad ética (que es la madre de todas las precariedades) o sobre cualquier otra de las muchas que asolan España, podríamos pensar por un momento en las palabras que escribió desde el exilio Manuel Azaña... en esa breve nota de sus últimos cuadernos escritos en junio de 1939 (apenas un año antes de su muerte) donde nos dice: “Todas las informaciones que recojo prueban que sin haberse retirado la ola de sangre, ya se abate sobre España la interminable ola de la estupidez en que se traduce el pensamiento de sus salvadores. El desastre para todo el país, debe de ser aún mayor de lo que yo me imaginaba y temía. Todo lo ocurrido en España no es una insurrección contra la República, es una insurrección contra la inteligencia”.