Escribe Rafael Narbona en su blog:
Por eso se equivoca Narbona y cuantos como él sienten... porque lo que él llama España nada tiene que ver con lo que tanto odia... porque el fascismo (insisto) era y es un monstruo hueco, compuesto de casi nada... y esa nada debía y debe ser constantemente rellenada con algo... y ese algo, aún cuajado de defectos, es nuestro y sólo nuestro... y sí, es España.
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Como Narbona, a veces yo también la emprendo a golpes contra las paredes, yo también arremeto furioso contra la puerta, yo también me olvido de que puedo abrirla con solo girar el pomo. Cosas de sentirse atrapado. Por eso no estoy de acuerdo con ninguno de los dos, ni con él, ni conmigo mismo. España no fue ni es lo que dicen, España no puede serlo, porque España probablemente no existe, y de existir, no se parece en nada a eso que cuentan. España es un objeto robado... es la emborronada lista de un expolio infinito... con infinitas anotaciones al margen... anotaciones donde se detalla con mala letra todo lo que no fue robado, lo que fue regalado... como hoy regalamos incluso el olvido cuando borramos los nombres de los canallas de las plazas, cuando arrancamos sus estatuas y derribamos sus monumentos... como regalamos lo mejor que deja la derrota, las cicatrices, y yo no quiero perder mis cicatrices... porque nadie habla de mí como ellas. Si todo rastro queda en nada, si los nombres son borrados... ¿Quién podrá saber que esos mismos nombres conforman de modo casi absoluto el grupo de los que hoy pastorean con nuestras vidas en el IBEX35? ¿Quién será consciente de que esas maravillosas galerías de arte a las que acudimos complacidos pertenecen a las mismas familias que nos derrotaron, a las de aquellos vencedores que hoy gobiernan este dolorido país? Cuando en cierta ocasión le preguntaron a Fernando Fernán Gómez sobre cómo definiría a Franco y los suyos, este contestó casi sorprendido, impresionado por la ingenuidad de la pregunta: "Piratas... eran simplemente unos piratas"... y desde entonces no he escuchado una definición más exacta. En el 36, en aquél punto de inflexión de nuestra historia, aquellos piratas, aquellos mercenarios, aquellos figurones disfrazados de patriotas, farsantes cargados de correas y latón... se presentaron ante el mundo sin nada en los bolsillos... henchidos de un absoluto vacío, sin valores, sin banderas, ni ideales, ni siquiera ideología... y por eso lo robaron todo... y hoy, en lugar de denunciarlo, seguimos repitiendo 80 años después, que España les pertenece, que siempre les perteneció, y nos equivocamos... tanto que podríamos morir de pura idiotez. Algunos de los que habitaron aquel tiempo terrible me han hablado de un frente de batalla en el que los golpistas del bando "nacional" lo robaban todo... me hablaron de trincheras enfrentadas y a tiro de piedra en las que se ondeaba la misma bandera rojigualda (incluso la republicana), en las que se cantaba con las mismas palabras, en las que se rumiaba la misma miseria... Eran el fascismo, eran el más moderno medio de imponer la fuerza sobre la más elemental justicia social, la nueva herramienta destinada a mantener en pie un país de santos, señoritos y terratenientes, la cara vista de un sistema en el que un kilo de pan costaba el salario de un mes, en el que el 90% de la tierra pertenecía a poco más de mil familias, en el que la mortandad infantil alcanzaba al 70% de los menores de diez años, en el que el 60% de las mujeres tenían que prostituirse en algún momento para llevar comida a casa, en el que los amos de todo alquilaban los campos por dos tercios de la cosecha... y se hacían con el tercio restante a cambio de herramientas y semillas. Hoy, los nietos de aquellos amos se preguntan todavía a qué se debió aquel desenfrenado odio contra los señores, contra las sacristías... Hoy, nosotros, los herederos de los descamisados, les regalamos (como entonces) lo poco que no podía ser robado... cuando a su vacío, a su nada... la llamamos España. Y de ese vacío del que hablo presento esta prueba: ... DIARIO DE LISBOA, 10 de agosto de 1936 Extracto de la entrevista de Felix Correia a Francisco Franco: «El general expone al Diario de Lisboa los antecedentes, los motivos, la oportunidad y los fines de la revolución» —¿Cuál es la situación general en este momento? —La mejor posible. Y a cada hora que pasa mejoran las posiciones del ejército y disminuyen las posibilidades de resistencia del gobierno de Madrid y sus cómplices... estamos luchando en defensa de España y de la civilización europea. En Madrid han asesinado a sacerdotes y monjas, igual que en las otras zonas donde dominan los marxistas o donde han estado dominando hasta nuestra llegada. ¿Y de quién es la culpa de todo esto? De los gobiernos que, desde 1931, se han venido sucediendo, y de los dirigentes marxistas que impunemente han venido pregonando la guerra civil, el odio, el asesinato... ¿Cómo no iba a ser así si se permitió una campaña persistente y violenta contra todo lo que era respetable? Imagínese que el Gobierno, con una censura, consintió que Mundo Obrero publicase un retrato mío del tamaño de una página con el siguiente titular incitador al crimen: «Ave, César, ¡los que van a morir te saludan!». —¿No estaba previsto que Calvo Sotelo fuera jefe del gobierno o ministro? —Debo decirle que nuestro movimiento militar no tenía relaciones con los políticos. Lo que sucediera después, en cuanto a ministros, era prematuro decirlo, ya que serían —y serán— los hechos y los intereses superiores de España los que lo determinasen. —¿Cuáles han sido las causas determinantes de la eclosión del movimiento? —Desde 1931 se venía procediendo a una auténtica operación de desnacionalización y de desmembramiento de España. Se vivía en permanente guerra civil. El ejército venía siendo progresivamente «triturado». Y ahora, en los últimos tiempos, se licenció a casi la mitad de los soldados, siendo cesados o trasladados muchos oficiales de prestigio. Añádase a esto la incitación persistente y consentida a la indisciplina, a la destrucción sostenida de la economía nacional, al descrédito del espíritu patriótico, la aniquilación de España... con la complicidad y la actuación de los gobiernos, estaba preparada para este mes de agosto la revolución social destructora y sangrienta... Afortunadamente, en el ejército los oficiales siguen siendo idolatrados por los soldados por sus cualidades de trabajo y de corazón. —¿Cuáles son los objetivos principales de la revolución? —Salvar la patria del caos y de la vergüenza en la que se encuentra y evitar la hecatombe que se estaba preparando para estos días... Restablecer el orden, la autoridad, el respeto por la vida, por la propiedad privada, por la religión que España ha seguido siempre. Volver a engrandecer y a prestigiar la nación. Respetar todas las leyes sociales justas y promulgar otras que, teniendo en cuenta las realidades, promuevan el progreso social y extiendan los beneficios de la civilización, hasta donde sea posible, a todos los españoles. —¿Y qué saldrá de esta revolución? —Una dictadura militar que inicie la realización del programa que ha unido a todos los patriotas en este movimiento. —¿Y qué se corresponde con las de Portugal, Italia, Alemania y otros países? —Sí, pero sin copiarlas. En España los problemas son diferentes: no existe la cuestión racista, como en Alemania, igual que no existen otras que hay en Italia, etcétera. Nuestro movimiento no está hecho desde dentro hacia fuera; sino desde fuera hacia dentro. Queremos que España se reencuentre a sí misma, y que el genio nacional críe, después de este interregno de anarquía y de desnacionalización, el régimen conveniente y adecuado. —Corrió el rumor de que iría con la gran columna que se está organizando contra Madrid... —No es cierto. Dirigiré desde aquí todo el movimiento militar, que tiene como objetivo principal, en este momento, hacer que Madrid se rinda. —¿De qué forma? ¿Por medio de un ataque violento y fulminante? —No es ésa mi intención. Como se trata de una lucha entre españoles, aunque por un lado se encuentren muchos malos patriotas, envenenados por falsas promesas de paraísos imposibles, deben evitarse los grandes combates, como se debe evitar el bombardeo de la capital... Por lo demás, trataremos de castigar severamente sólo a los responsables directos e indirectos de tantos crímenes y abusos, que van desde el destripamiento de mujeres a la quema de personas vivas y al fusilamiento de niños. Los otros, las gentes humildes que han sido y están siendo envenenadas, como están envenenadas y engañadas cuando comprendan su trágico error serán nuestros valiosos e imprescindibles colaboradores en la gran obra nacional. —Permítame, mi general, que le haga una pregunta: En las regiones sublevadas del Norte ondea la bandera roja y oro. Aquí, en Andalucía, salvo algunas excepciones, la bandera izada es la tricolor. ¿Cuál de ellas quedará como bandera de España? El general pensó por unos momentos, y respondió así: —En los acuerdos que hice con el general Mola y con los otros mandos quedó establecido lo siguiente: el movimiento no es contra el régimen, lo único que pretende es nacionalizarlo y hacer a la nación fuerte, próspera y pacífica. En cuanto a la bandera, no se acordó nada. Será un problema que habrá que resolver después. Se trata de una cuestión sentimental y de respeto por la historia... Los colores de la bandera, como otras cosas, están por encima del régimen, y es un error cambiarlos porque cambie el régimen... en España, habiendo otros problemas mucho más importantes y urgentes que resolver, el asunto queda para después. Hasta entonces, que cada uno use la bandera que quiera... De momento, la bandera oficial es la tricolor, como el himno oficial es el de Riego. ... Desde ese momento, y durante varias décadas después, el régimen franquista rellenó su nada con todo aquello que encontró, ensuciando lo que le era de provecho, destruyendo lo que no. Robó cuanto pudo robar, mató hasta el cansancio, construyó con ideales que no eran suyos, levantó muros con símbolos de otros y edificó un inmenso y oscuro cuartel. Sometió a todo un país a un perverso y paulatino proceso... la sistemática amputación de todo deseo de libertad, el laminado de cualquier rastro de la verdadera España... sí, España... de esa España que sigue enterrada y ahora estúpidamente nombramos con grima... la España de Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Alberti, Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Buñuel, Falla, Miró, Juan Ramón Jiménez, Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, Unamuno, Ferrer Guardia, Severo Ochoa, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Federico García Lorca, Ramón y Cajal, Ignacio Bolívar y Urrutia, Ramón Menéndez Pidal, Pedro Salinas, Cernuda, Max Aub, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Luis Buñuel, Pablo Picasso, Blas Cabrera... la España del Instituto Libre de Enseñanza... de la Residencia de Estudiantes... la edad de plata española... enmerdada y mancillada... convertida en esa cosa rancia y renegrida plagada de mitos y caciques... entregada y olvidada cada día al imperio de lo militarista, lo fascista, y lo clerical. Por esto se equivoca gravemente Rafael Narbona en su blog: POR QUÉ ODIO A ESTE PUTO PAÍS (MANIFIESTO ANTIESPAÑOL). Por eso deberíamos empezar a recuperar lo que siempre ha sido nuestro... por eso resulta imprescindible desnudar a aquellos y a estos ladrones... por eso nuestro primer deber es arrebatarles cada palabra, cada bandera, y cada símbolo... y no dejarles nada... aunque sólo sea por respeto a la memoria de los que cayeron... aunque sólo sea por tomarnos cumplida venganza. |
Por eso se equivoca Narbona y cuantos como él sienten... porque lo que él llama España nada tiene que ver con lo que tanto odia... porque el fascismo (insisto) era y es un monstruo hueco, compuesto de casi nada... y esa nada debía y debe ser constantemente rellenada con algo... y ese algo, aún cuajado de defectos, es nuestro y sólo nuestro... y sí, es España.
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