Hay muchas iglesias... las hay de todos los colores... pero no están en ésta. (Y conste que lo dice uno que últimamente no se lleva muy bien con su hombre del espacio)
Hay iglesias sin sotanas que reparten comida caliente cada noche entre los que nada tienen... no miento, lo juro... que los he visto por mi calle... a eso de la media noche... con sus carritos, sus termos y sus tarteras... parándose un rato para charlar con los invisibles que se aprietan en cada soportal.
Hay iglesias que van llamando de puerta en puerta y recogen ropa para dar abrigo a los descamisados... aunque de paso les arropen con algún que otro sermón.
Hay iglesias siempre abiertas para que los vecinos se reúnan y resuelvan sus problemas... para dar techo a quien no lo tiene... aunque sea por una noche.
Pero nadie habla de ellas... los unos porque les dejarían en evidencia ante sus fieles... los otros porque en su mundo de etiquetas todo ha de quedar bien simplificado y sin matices. Nadie parece caer en la cuenta de que no hay mejor arma contra la mala fe que destapar su cara opuesta, la que obra como predica, la que no tiene dobleces, ni boato, ni cálices de oro y plata, ni cayado ni rebaño... porque no los necesita.
Hay iglesias despiadadas... las mismas que bendecían (y bendicen) fusilamientos y matanzas... las mismas que se inclinaban ante el terrateniente y reconfortaban a los desarrapados diciéndoles que su desgracia no era más que amor de su patrón... las mismas que ordenaban la fila de harapientos para que el señorito les regalara medio duro de amargo aguinaldo... las mismas que nunca entendieron el rencor de sus fieles, cuanto menos su venganza.
Hay iglesias olvidadas... más que olvidadas, enterradas. Iglesias encarceladas en prisiones como la de Zamora, donde tras la guerra y muchos años después, miles de curas pagaron con la vida el haber cambiado la sotana por un mono de trabajo, el no dar nombres de otros curas rojos, el no arrodillarse más que ante su Dios.
Hay iglesias ciegas... de las que no quieren ver... de las que levantan templos de oro mientras millones de familias carecen de todo... mientras cientos de miles de niños apenas tienen qué comer.
Hay iglesias que claman contra el aborto... a sabiendas de que las mujeres seguirán abortando... unas cayendo en manos de algún carnicero y arriesgando la vida en oscuras clínicas clandestinas... otras reservando habitación en el mejor y más exclusivo hospital privado que la chequera de papá pueda permitirse. Eso sí... clamarán por el derecho a la vida sin acordarse de los vivos... sin acordarse de clamar también por políticas que prevengan el embarazo no deseado, sin exigir ayudas dignas a las madres sin recursos, ni apoyo económico a las familias numerosas... solo argumentando que un huevo es una gallina y cubriendo de besos el crucifijo.
Lo dicho... las hay de todos los colores... pero hoy en Madrid, sólo se deja ver ésta... la de olor a rancio y vieja sacristía... la que envía 3000 rosarios a Filipinas para que los niños coman y beban de ellos... la de "¿Para qué matar niños si podemos robarlos?"... la de "No te toques eso que te quedas ciego"... la de "Aguanta mujer, que lo hace porque te quiere"... la del pecado original y los encubridores de pederastas... la reseca costra que tanto cuesta levantar y que tanto daño nos ha hecho... la iglesia que si lo hubiera, el demonio habría elegido para sí... la iglesia sin alma... la iglesia negra.
Por el sagrado derecho de desangrarse sobre la mesa de la cocina...
Ellos siguen con sus creencias y sus ideas congeladas en el tiempo, esas que tan buenos resultados les dieron a lo largo de los siglos y no quieren ver la realidad, no les conviene porque todos los argumentos sobre los que se apoya su doctrina se vendrían abajo.
ResponderEliminarSiguen teniendo muchos adeptos (para la mayoría de ellos, lo de pensar es muy trabajoso, es mejor dejarse llevar por eso que llaman fe) pero el tiempo y la cultura juega en contra de sus obsoletas ideas y tarde o temprano se quedarán solos.Ese día, el mundo será un poco mejor.
Saludos.
Bien dicho Jeronimo, asi sera
ResponderEliminarBueno... como en todo... hay formas extremistas de pensar. Voy a detenerme en la de "aguanta, mujer". Una cosa es que se maltrate a una mujer (u hombre, que eso nunca se dice; ni que fuera la mujer algo "a ser protegido"), y otra muy distinta es que no podamos perdonar un error. Claro... después de decir esto, poco menos que me condenarán a la hoguera, pero lo digo porque así es.
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