GALERÍA DE LOS HORRORES

Si dijera que este país mío es el más atrasado y bárbaro que conozco, no faltaría un amigo (o conocido) que nombrase ese recurrente fatalismo que siempre se me achaca.
Por eso he buscado pruebas.

En pocos minutos encontré media docena de razones para pensar como pienso, ya me hubiera gustado haber fracasado... pero no.

También probé con el viejo recurso de igualarnos a otros, de rebuscar entre las tradiciones de "ellos" un número suficiente de burradas para poder llegar a esa estúpida máxima de "en todas partes cuecen habas".

Y no hubo manera.

¿Qué nos pasa? ¿Qué nos ha pasado siempre?
Si España ha sido el país de Calderón, de Gaudí, de Cajal, de Lorca, de Miró, de Picasso, de Ochoa, de Cervantes, de Servet, de Buñuel, de Ortega... si en tantos y tantos aspectos marcamos referencias en eso que llamamos civilización... ¿Por qué cargamos con unas tradiciones tan primarias y salvajes?

En ocasiones, la única razón que se da para continuar con una costumbre es que se lleva celebrando desde hace siglos, es entonces cuando existen más posibilidades de que estemos haciendo el tonto. Creo que cuanto más ancestral es una de estas celebraciones, más detenidamente deberíamos reflexionar.

Unas tradiciones no han de ser necesariamente vejatorias o absurdamente peligrosas, pero es que los españoles parecemos particularmente interesados en que lo sean. Supongo que ese impulso obedece a nuestro legendario instinto de autodestrucción, a ese rabioso demonio que nos ha convertido en el país con mayor número de guerras civiles.

Esta vergonzante galería de los horrores no puede ser igualada por ningún otro pueblo del planeta, ni en número ni en apoyo popular, es nuestra marca, quizá la verdadera seña de identidad que tanto buscan algunos.


Los "picaos", una de las muchas atrocidades que "no se pueden explicar". Una sádica exhibición religiosa, que constituye una afrenta al sentido común. El dolor autoinflingido transformado en seña de honor y valentía, en el depravado medio para alcanzar un cierto prestigio social.


Vía: blogmalaslenguas


El toro de la Vega, otra variante inexplicable de lo que puede llegar a justificarse mediante la tradición.
Un animal torturado hasta la muerte por una turba jubilosa que no repara en esfuerzos por proteger tan brutal costumbre.


Vía: EFE


Castellers. Lo que algunos adoptan como seña de identidad y que a veces se convierte en tragedia. Niños que coronan torres humanas de siete alturas, gentes que rugen enfervorizadas al verlos caer unos sobre otros... madres que se sienten orgullosas de que su hijo haya quedado parapléjico al servicio de algo tan sagrado.


Vía: Mike Randolph


La blanca paloma de los almonteños no es menos que nadie. También se recurre a niños que son llevados de mano en mano por los aires con tal de que toquen el ídolo sagrado.
Miles de personas entregadas a una ceremonia indefinible que sólo muestra lo peor de nosotros mismos.


Vía: xikagoO



Os supongo impresionados, alguno incluso indignado. Mala suerte que ninguno de vosotros sea presidente del gobierno, alcalde, o relevante político con la voluntad de reparar este tipo de dislates, pero claro, si lo fuerais no estaríais leyendo esto, estaríais ocupados destrozando el sistema educativo, el único antídoto conocido contra tamaña epidemia de cazurrerío.


Psdta:
Podría añadir una larga lista a esta tenebrosa serie de tradicionales barbaridades para que nadie se diera por ofendido, pero mi cerebro posee una capacidad limitada de desastre, y creo que con todo esto, ya tiene más que suficiente.