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jueves, 19 de junio de 2014
EL DÍA DE LA FURCIA NATATORIA
"Dadnos cien años... cincuenta... diez... tal vez menos... bastarán para que la gran alcahueta de nuestra historia arroje al mundo otra estirpe de engendros... una nueva cuerda de embusteros, puteros, y truhanes... otra farsa en la que mentira y absurdo estarán tan unidos como la uña a la carne"
Hoy reímos ante la parodia de los Monty Python y sus "Caballeros de la mesa cuadrada", ante la cómica explicación de por qué un rey es rey... y lo hacemos sin rubor de nosotros mismos, olvidando que mañana a más tardar, alguien nos va a repetir con toda solemnidad y ante nuestras barbas aquello de que "La dama del lago, con su brazo enfundado en brillante seda, sacó una espada del fondo de las aguas, significando así la divina providencia que yo, Felipe VI, debía portar la espada, y por eso soy vuestro rey"
Hoy (si el tiempo no lo impide) aceptamos como real el derecho divino a heredar la jefatura del estado. El fundamento de lo absurdo no parará ahí, no se conformará con destrozar la razón más elemental cortando de un tajo los deshilachados cordones que apenas nos mantenían sujetos al mundo de los cuerdos... irá mucho más allá... nos regalará un capirote a cada uno y hará del desquiciamiento ley... y lo plasmará en un texto... y el texto quedará imprimido en un libro de cantos dorados y nervios de plata... y a la mañana siguiente nos levantaremos de la cama como si nada hubiera pasado, como si por dar por buena esta locura no estuviéramos locos de remate.
Hoy, el esperpento español celebra pues su fiesta más patronal, cierto que sin el fervor popular de antaño, pero con idéntico bombo, con la misma calesa y las brillantes armaduras de siempre, con sus francotiradores apostados en las azoteas, con sus mendigos a buen recaudo, con sus hagiografías de seres viles y rastreros elevados a santos, con sus palabras ponzoñosas y sus gestos vanos... con ese aroma tan de realeza y polilla, tan de vómito de cabra legionaria y enferma.
Y de nuevo, con el siglo XXI bien avanzado, la loca del lago surge de entre las profundidades para entregar otra espada mojada al espermatozoide más rápido de Juan Carlos I... y de nuevo haremos banderines y llaveros de esta fantásmagorica representación de nosotros mismos creada por nosotros mismos... de nuevo las salvas de honor por un sistema tan sumido en la decadencia que ya no necesita de la ayuda de nadie para venirse abajo, para desaparecer definitivamente entre las aguas del lago que ya no es lago... que ya es pantano (y nadie quiere inaugurar).
Contemplemos pues, conciudadanos, la llegada y fuga de Felipe VI, la postrer representación de una pantomima que tras cinco siglos hoy toca a su fin... o al anuncio de su fin. Ha de llegar sin tardanza esa inminente cagada de su nueva real majestad... que nadie lo dude, lo llevan en la sangre... y esta vez bastará con la primera para que caiga el pesado telón sobre su adornada cabeza. Está por venir (y de ahí la urgencia del traspaso del negocio) la caída de unos partidos que tras la muerte de Franco fueron, son, y serán, cómplices confesos de cada una de las vergüenzas que jalonan la vida de la Casa Real.
Celebrémoslo queramos o no... aunque al preparado de Felipe le importen un bledo mojado en tinta los comedores infantiles cerrados durante las vacaciones, los desahucios masivos que nunca son suyos, la calidad de la sanidad y la educación de los otros, nuestras pensiones y nuestra jubilación, el que nadie le haya votado en su vida, el que su nombre engrose la lista negra de una casta (esta vez con todas las letras) que ha malgobernado, expoliado, y regado de sangre durante varias vidas la de este pobre país.
Salgamos entonces a las calles, colmemos las plazas, decoremos nuestros balcones... celebremos este acontecimiento como lo que en realidad es... aunque los medios hundan sus cabezas en el pesebre y pinten de principio azul este final oscuro... celebrémoslo pase lo pase... aunque lo que pase sea un Borbón recibiendo una espada mojada de manos de una furcia natatoria.
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¡Bien, amigo Pelayo! Certero como siempre.
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