Desde primera hora...
Llevo todo el puñetero día sintiendo que algo que se me clavaba en el costado... algo puntiagudo... lacerante e insistente... he mirado varias veces por si era el móvil, la cartera, el boli... pero nada... sólo lo he encontrado esta noche, al quitarme el abrigo... llevo clavado entre las costillas ese cerrado aplauso de nuestros comprometidos cineastas al sonriente Ignácio González.
Me voy a urgencias...
Mira que lo tengo dicho... que tanta química no puede ser buena, que quita fuerzas, que no deja ánimo para aplaudir a los compañeros que salen a recoger sus premios... que tanto rimel nubla la vista y te hace confundir a Ignácio "El Heredero" con Ángeles González Sinde... que tanto perfume y maquillaje quita las ganas hasta de salir de casa cuando los plebeyos se manifiestan en la calle , cuando son apaleados por pedir esas cosas mundanas que nada tienen que ver con uno... o una.
Lo del aplauso a Ignácio González no estuvo mal... valió como perfecta referencia a lo que es ese mundillo glamuroso, ese residuo esencial que da la media de nuestra egoísta naturaleza... ese que vende su alma al diablo con tal de que baje el IVA del cine, con tal de que se persiga y encarcele a quien utilice un ordenador para eso por lo que ya ha pagado un canon tan injusto como indiscriminado, con tal de que (en ese asunto de la "piratería") nadie ose volver la cara hacia los corsarios de Telefónica y sus compinches.
Tan sólo faltó una cerrada ovación para el "Capo di Capi" de la producción, ese prohombre de la libertad y la justicia, ese que con llevarse la mano a la cartera ya arrastra tras de sí la veneración de toda la profesión... claro que eso hubiera sido repetir... que hace apenas quince días, durante la entrega de premios de cine Forqué, el bueno de Enrique "El Prescrito" tuvo lo suyo... y lo tuyo... y lo mio.
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